14 DE JUNIO: MI FE ME PERMITE PONER LÍMITES.

Mateo 5, 33-37 “Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no”.

El derecho a decir lo que pensamos, en lo que creemos, en la verdad y en nuestras convicciones, es un derecho que nos da Dios Padre desde el momento en que tenemos uno de nuestras facultades emocionales e intelectuales; el libre albedrío, se llama.

Soy libre de decir que sí o de decir que no, y también soy libre de crear conflictos innecesarios, o de elegir el bien sobre el mal. ¿Lo has pensado? ¿Qué tipo de persona eres? La que se la pasa quejándose y sintiéndose víctima, o aquella que enfrenta su realidad con los ojos del amor de Dios.

Jesús nos invita a que seamos congruentes, a que al momento de decir que sí, simplemente lo digamos, así como el “Fiat” de María, su Madre Santísima que le dio el sí a Dios y que nos da un ejemplo de fortaleza, respaldada por la fe que ella tiene en su haber. Y también nos invita a decir que no, cuando es no. A no titubear ni a dejarnos llevar por palabras bonitas que trastornan el significado de la verdad que solo encontramos a través de la Palabra de Dios. Decir que no, es tener el valor para defender en eso que creemos, para ser testimonio de que la vida, muerte y resurrección del Hijo de Dios significa algo en nuestra vida.

Seamos valerosos, como Jesús en la cruz y como María, al acogerlo en sus brazos. Confiemos en la Palabra de Dios para decir con certeza que si, cuando es sí, y que no, cuando es no;  recordemos que no somos de este mundo, nos dice Jesús, que somos del Padre y que al Padre hemos de volver por su infinita misericordia.

Aprendamos a vivir con sencillez, ayudándonos unos a otros, procurando la paz, siendo buenos con los demás, teniendo paciencia y bondad en el corazón y siendo firmes al momento de defender nuestros valores, llevando a otros el amor de Cristo. Ese amor, que nos protege y que nos enseña que nunca vamos solos por el camino, que Dios siempre viene con nosotros.

Propósito de hoy: Padre, aumenta mi fe para atesorar tu Palabra de amor y poder decir que sí a obedecer tu voluntad, porque se que tú has sembrado en mi buena semilla y quiero llegar a ser fruto abundante en compasión y misericordia como tu Hijo Jesús.