10 DE JUNIO: QUIERO SER LA SAL DE LA TIERRA Y LA LUZ DEL MUNDO PARA TU GLORIA.

Mateo 5, 13-16 “Ustedes son la sal de la tierra”.

¡Somos la sal de la tierra y la luz del mundo nos dice Jesús!

Pero, y eso ¿qué quiere decir?

¿Que sucede cuando ponemos más sal a nuestra comida? Nos podemos enfermar o si no la comemos, la tiramos a la basura ¿te ha sucedido? Y ¿qué pasa si le falta sal? Está insípida y como dice Jesús, deja de tener valor. Cuando aplicamos ésta forma de ver la sal en nosotros mismos, podemos darnos cuenta si somos muy salados o si somos insípidos y en ninguna de estas dos opciones vamos a vivir en la paz del corazón, somos desechables, no servimos porque no hacemos ningún tipo de bien.

Tal vez, podemos visualizar nuestro carácter. ¿Somos personas tóxicas, llenas de sal? O, ¿somos personas débiles, sumisas pero al grado de que los demás se aprovechen de nosotros?, ¿cómo te vez tú?

Ser la sal de la tierra y la luz del mundo es estar presentes cuando alguien nos necesita, ser esa mano hermana como la de Jesús que nos ayuda en todo momento, aprender a guiar a los demás, siendo ese faro en la obscuridad, como dice Jesús: “se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa”. Que nuestra luz, le de confianza a quién está a nuestro lado, que seamos un lugar seguro a donde otros quieren llegar y solo vamos a lograr ser esa luz y esa sal bien utilizada cuando demos gloria a Dios en los cielos, en las buenas obras que hacemos cada día.

A veces no pensamos, que, cuando ayudamos a nuestro hermanito, cuando lavamos los platos, cuando recogemos nuestro cochinero, estamos siendo una luz en el hogar, porque nos preocupamos en la armonía, queremos llevar la fiesta en paz con nuestra familia y si empezamos desde casa, cuando salimos al mundo exterior, logramos dar fruto, se nos da la capacidad de llevar relaciones saludables porque hemos aprendido a ser responsables con nuestras cosas y a darle gracias a Dios por todo lo que nos da. Sí, esa es una costumbre que tenemos que agilizar en nuestra mente, en nuestro haber cotidiano, agradecer, porque cuando somos agradecidos con Dios, con nuestros padres, con los demás también somos bendecidos con más.

Es bueno que regulemos nuestras acciones, nuestro comportamiento, nuestra manera de expresarnos para no ser tóxicos en la vida de nuestra familia, para no vivir en la obscuridad de lo que nos hace daño, para poder mediar, a través de la gracia de Dios, nuestra entrega, nuestro deseo de compromiso, el sazón a nuestra vida cotidiana.

Seamos personas de luz para iluminar a los demás y sepamos ser la sal en la medida que nos hace bien a todos, en el servicio, en el esfuerzo para que todos podamos convivir cosechando buen fruto, gracias a nuestras acciones.

Propósito de hoy: Que la luz de Dios guíe mi camino y que pueda yo servir  con alegría a quienes vienen a mi, cuando se sienten extraviados, y pueda yo, orientarlos hacia la luz misma de Dios Padre.