11 DE MAYO: SOY ESA OVEJA QUE QUIERE SER ENCONTRADA.

Juan 10, 27-30 “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.

Y tú, ¿Escuchas la voz de Dios?

Jesús nos recuerda que el Padre y él son uno mismo y el que cree en Jesucristo, cree en el Padre que nos da la vida eterna. Solo necesitamos escuchar su voz.

Y, ¿Qué es escuchar la voz de Jesús? Es estar atentos a abrir nuestro corazón para reconocer que es el Hijo de Dios, es querer escuchar su mensaje, y ser capaces de querer imitarlo. Sí, si solo oímos y no ponemos en práctica los mensajes que nos dice, no vamos a comprometernos con él ni a dar testimonio de fe y ésta no será fecunda. Sin embargo, cuando escuchamos y seguimos sus pasos, nuestra vida cambia porque nos preparamos a una vida consciente de las necesidades del otro y podemos hacer algo por ayudar y mejorar nuestra vida común.

Jesús nos conoce por nuestras acciones y el conocernos significa que nos ama, somos para él esa oveja perdida que nos rescata de cualquier situación de peligro, siempre que nosotros estemos dispuestos a reconocerlo, a tomar su mano en el camino de la vida que no siempre es un buen camino y nos dice: “nadie las arrebatará de mi mano”. Aún si el mal nos desvía de nuestro deseo del bien, el Hijo de Dios no nos abandona, ahí está a la espera de que pronunciemos su voz y no soltarnos jamás.

Recordemos que es por la gracia de Dios que somos personas de fe. Y que es él quién nos acerca a Jesucristo, somos sus ovejas, como nos dice este Evangelio de Juan: “Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno”.

Jesús nos conoce y nos invita a escucharlo y a pedirle a Dios Padre su gracia para poder seguirlo con el corazón y no solo decir ‘yo tengo fe’, no, una fe sin acciones es una fe extraviada. Creer en Jesús es saber que el Buen Pastor nos busca y nos rescata porque nos ama por sobre todas las cosas.

Propósito de hoy: Padre, aumenta mi fe para orar con devoción y ser esa oveja encontrada por el amor de tu Hijo que me enseña que siempre puedo extender mi mano y ayudar a alguien que necesita ser encontrado, con el mismo amor con que él me busca y me encuentra.