Lucas 24, 13-35 “¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!”
¿Alguna vez te ha sucedido que estás hablando con alguien y estás emocionado de escucharlo? Creo que los caminantes de Emaus lo sintieron al decir que el corazón les ardía al escuchar a aquel que encontraron en el camino junto a ellos. Después recapacitaron y supieron que habían tenido ante ellos, al Mesías, al Salvador, a Jesucristo resucitado, partiendo el pan en su mesa.
Se empezaba a pasar la voz, de que Jesús había resucitado, sí, de que algunas mujeres que fueron a buscarlo, habían encontrado la tumba vacía y que un ángel les había dicho que él estaba vivo. Ellos sintieron que su corazón ardía al escuchar sus palabras y confirmaron que sí, que Jesús había resucitado: “De veras ha resucitado el Señor”.
La fe es lo que mantiene viva nuestra esperanza de la resurrección.
No tenemos miedo a la muerte porque sabemos que son los brazos de Dios, los que nos esperan en nuestra vida eterna. Nos encontramos, como iglesia, con el corazón esperanzado por la muerte del Santo Padre, el Papa Francisco, que acaba de fallecer y por el dolor de nuestro hermano, o nuestro hijo, o nuestro padre que también ha subido al cielo en esa esperanza de la resurrección, que como Católicos todos deseamos alcanzar. Damos gracias por sus vidas, por el amor que tuvieron hacia nosotros, por la alegría con que supieron aprovechar cada día que compartimos juntos.
Damos gracias por el milagro de la vida, por el aprendizaje que recibimos de nuestros seres queridos y del Santo Padre y de nuestro señor Jesucristo, todos ejemplo de bondad y de caridad; que dieron en su camino motivos de alegría y que en su dolor nos enseñaron que Dios es bondadoso y misericordioso y que supo aliviarles ese dolor, ese sufrimiento, agradeciéndoles esa entrega por los demás.
Nos quedamos con el recuerdo de un buen amigo.
Dejemos que las palabras de Jesús al hablarnos cada día, ardan en nosotros, nos emocionen, nos alegren el corazón para hablar de él y compartirlo con los demás. Que sus palabras aumenten nuestra fe y podamos ser testimonio de que tiene Palabra de vida eterna. Que nuestros seres queridos descansen en paz con la esperanza de la resurrección como recitamos en el Credo:
“Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro, amén”.
Propósito de hoy: Agradezco Padre, que en el dolor de Jesús, me permites entregar mi dolor y que por medio de mi fe, me haces comprender que tu reino no tiene fin y que todos nuestros seres queridos estarán contigo como nos lo has prometido.