Juan 8, 51-59 “Yo lo conozco y soy fiel a su palabra”.
Como siempre Jesús es cuestionado sobre su identidad por los judíos que no creen en él, una vez más y nos dice Juan en este Evangelio: “Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo”. La actitud agresiva de enfrentarnos a las personas cuando no las entendemos, es una conducta que seguimos teniendo los seres humanos, de la cuál deberíamos avergonzarnos.
¡Qué vida la de Jesús, el Hijo de Dios! Que vino para traernos la esperanza de la vida eterna y que nosotros no hemos podido aceptar con alegría: “Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”, y en esa frase nos vino a hablar de fe. Y recapacitando un poco es la frase, nos debemos de preguntar, ¿cómo está nuestra fe?, sí, la tuya y la mía.
El Hijo de Dios tuvo toda la fe, la confianza y el amor por su Padre, jamás cuestionó su palabra, nunca tuvo dudas, aún sabiendo lo que le esperaba. Jesús, Hijo fiel hasta el final, él sabía que no iban a creer en él, que le pondrían muchas trampas, que se burlarían de él y aún así, venía a traernos la paz. Vino a enseñarnos que el amor por su Padre, vencería a la muerte y a cualquier tentación que se pusiera frente a nosotros, como las venció él en el nombre de Dios.
Vivamos con alegría por que Jesús vivió con alegría, él creía en Dios y sabía que no estaba solo: “Yo Soy”, nos dice, porque está seguro del amor del Padre, conoce su misericordia, y sabe su valor ante los demás. Nos toca a nosotros entenderlo también y aceptar ese amor en nuestro corazón, para que el ejemplo de Jesús en la cruz, nos permita a nosotros aumentar nuestra fe.
Propósito de hoy: Gracias Padre, que me has permitido conocerte y creer en ti, en tu palabra y en tu amor, ante cualquier circunstancia que se presente en mi camino. Gracias por tu Hijo Jesús que vino a enseñarme a amar y a perdonar, y que por medio de él, he llegado hasta ti.