Mateo 23, 31-46 “Estuve hambriento y me dieron de comer”.
Jesús nos habla en este Evangelio de Mateo, sobre las gracias que caerán sobre nosotros según nuestra actitud de bondad y misericordia hacia nuestros hermanos, si, hacia todas aquellas personas que viven con nosotros y que nos rodean, aún a quién no conocemos.
“Él apartará a los unos de los otros”, a los que tuvieron buenas obras y a los que no. Y nos preguntamos ¿Qué quiere decir con esto? Se refiere a las obras de misericordia, esas que se viven día a día, muchas veces tan rutinariamente, que no nos damos cuenta: “Estuve sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme”, y entonces los justos le cuestionan ¿en qué momento lo vieron que fueron buenos con él? y de una manera muy hermosa, Jesús les contesta: “Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.
‘Hacer el bien sin mirar a quién’, debe ser una breve frase que resuene en nuestra mente, y es que, en realidad, ¡es una gran frase!, aunque sea pequeña.
Cuando actuamos con intención, para el beneficio de los demás, estamos, sin darnos cuenta, atendiendo los ejemplos de caridad de Jesucristo. Lo estamos sirviendo a él; nuestra voluntad va destinada a alimentar, a vestir, visitar y a sanar su corazón, ¡sí, el corazón de Jesús!, para que nuestras acciones vayan siempre dirigidas por el camino de la santidad, y con amor, aprendamos a escuchar y a perdonar.
Entonces así vamos a poder continuar con el plan que Dios tiene para que alcancemos la vida eterna.
Propósito de hoy: Padre de amor, lléname de tu gracia, para servirte a ti con alegría, ayudando a mis semejantes cada día de mi vida.