21 DE FEBRERO: TAMBIÉN ME HE AVERGONZADO DE TI.

Marcos 8, 34, 9-1 “Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él”.

¿Conoces a alguien que se avergüenza de Dios?…seguro que sí. Y tal vez en algún momento de nuestra vida nos hemos avergonzado nosotros también. Pero, ¿cómo es eso? Sí, tal vez ha sido inconscientemente o sí, muy conscientemente.

En nuestra sociedad, al igual que en la de los tiempos de Jesús, cuando sus discípulos negaron conocerlo, fue por el miedo a la consecuencia de creer en Dios. No querer ser juzgados y burlados muchas veces nos detiene ante ser testimonio del amor de Dios, y es que le damos mayor importancia al “qué dirán” que a nuestra propia verdad en cuanto al amor que sentimos hacia Dios, no estamos dispuestos a alzar la voz a su favor. Sin embargo existe otros que defienden a Dios con su vida, lo vemos en los mártires, que han muerto defendiendo a Dios y que su vida ha sido la de proclamar la Buena Nueva de Dios, que es Jesucristo.

Y nos volvemos a preguntar, ¿por qué negamos a Dios? Pues, ¡Porque nos falta fe! Aún no confiamos lo suficiente en la verdad de la Palabra de Dios. Dudamos, cuestionamos, hasta nos dejamos convencer por los demás que Jesucristo es una historia para distraernos de la realidad. Entonces habría que preguntarnos y ¿cuál es esa realidad de la que nos quieren distraer?

Cuando hablemos de Dios, hay que alzar la voz, ¿y qué, si se ríen de nosotros? Cada quién sabe lo que guarda en su corazón, sin olvidar que, cada uno vive su propio calvario y siembra su propia felicidad y si en ese sembradío estamos cosechando buen fruto del amor de Dios, ¡qué importa que se rían de nosotros! Cada quién carga con su consciencia, y no debemos interferir entre su realidad y la nuestra, como nos dice Jesús: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?”.

Caminar junto a Jesús nos va a llevar al Reino de Dios. Hagamos oídos sordos a la gente idólatra y pecadora que solo busca alejarnos de Dios, invitándonos a su mundo de placeres efímeros que tal vez quitan el dolor momentáneamente, pero que al final del día solo nos lleva a la obscuridad donde cuesta mucho trabajo reencontrarnos con el Hijo de Dios. Busquemos en la oración, la fortaleza que nos aleja de las tentaciones que nos impiden seguir por el camino donde la siembra es fértil, donde el amor de Dios da fruto abundante, que nos evita avergonzarnos de nuestros valores morales y de nuestra fe.

Vivamos el amor de Dios, dando testimonio de que su Hijo Jesucristo nos guía en medio de la obscuridad hasta llegar a donde él nos espera sin hacer preguntas, siempre dándonos la libertad de amarlo o de rechazarlo.

Propósito de hoy: Quiero compartir la Palabra de Dios con mi familia, con mis amigos y acercarme a los demás siendo ejemplo de que Dios, es parte de mi vida.