Lucas 6, 17. 20-26 “Dichosos”.
Dichosos todos, nos dice Jesús, los que hablamos en su nombre y los perseguidos por causa de él, y sí, los criticados, los burlados, los que somos llamados soñadores o locos porque le damos valor a la Palabra de Dios. Y nos llama dichosos: “porque su recompensa será grande en el cielo”.
El amor de Dios, nos lleva a una vida serena, y es que cuando escuchamos su Palabra de vida eterna aprendemos a aceptar las cosas que nos suceden desde otra visión. No quiere decir que vamos a dejar de sufrir, o que se nos va a quitar el dolor, no; quiere decir que en esa palabra de amor vamos a tener consuelo para nuestro corazón, vamos a entender por qué nos suceden las cosas y vamos a poder aceptar con paz nuestras decisiones o aquellas de Dios en nosotros. Y de eso habla el sermón de la montaña de Jesucristo a sus apóstoles y a todo aquel que le gustaba escucharlo hablar, que lo seguía porque en su voz, oían la voz de la esperanza, del consuelo, de la misericordia y el perdón y especialmente la voz del amor.
“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.
Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán”.
Dichosos todos los que escuchamos y entendemos el mensaje de Jesús, porque entraremos al Reino de Dios, porque su voz saciará nuestra hambre de amor, porque aunque lloremos vamos a encontrar consuelo para salir adelante. Somos nosotros los que nos reunimos en torno a él, ahí en ese lugar donde él se sienta a hablarnos y somos dichosos cuando logramos escuchar su voz, por que su voz se escucha con el corazón. Con ese corazón de niño, alerta, despierto, ansioso de alimentarse de la verdad de Dios.
Dichosos todos los que recurrimos a él en el dolor y la soledad y los que agradecemos cada día nuestras bendiciones, nuestra capacidad para perdonar y el amor que podemos compartir con los demás.
Propósito de hoy: ¡Que la alegría de Jesús viva siempre en mi corazón! Me siento dichoso por llamarme hijo de Dios.