13 DE FEBRERO: PADRE, AUMENTA MI FE.

Marcos 7, 24-30 “El demonio ha salido ya de tu hija”.

Constantemente estamos escuchando en los Evangelios hablar de la fe. Hoy una mujer sin religión fue en búsqueda de Jesús, porque creía en él, para que sanara a su hija que estaba endemoniada. Y ella con su dolor, se acercó al Hijo de Dios diciéndole algo así como: por que creo en ti estoy ante tus pies. Y Jesús tiene compasión por ella y por su hija, que aún estando lejos de ella, la libera del demonio.

Creer en Jesucristo es un acto de fe. Reconocemos que es el Salvador, el Mesías, el que ha sido enviado por Dios para nuestro beneficio. La suya es una historia de amor entre Dios y la humanidad. Los Evangelios nos narran en voz de 4 de sus apóstoles, Lucas, Juan, Mateo y Marcos la historia del Hijo de Dios. Cada uno nos cuenta algo de Jesucristo según su experiencia con él y resaltan la humanidad del Hijo de Dios, su fuerza, su coraje y su realeza, nos hablan sobre su personalidad humilde y de servicio y Lucas incluye el testimonio de María, la madre y discípula de Jesús, modelo de fe y de amor, como protagonista de la historia de salvación de su Hijo.

Todos podemos ser testimonio de fe y para ello hay que estudiar la Palabra de Dios, meditarla y ponerla en práctica. Reconocer que Dios es el Señor, es el Creador, es el que interviene en nuestra historia, es justo y misericordioso y principalmente, sentir, reconocer y fortalecer con nuestras acciones que Dios es amor. Es el servicio, como hizo Jesús, el que nos identifica, es vivir en armonía unos con otros aunque seamos diferentes, es querer estar ahí cuando alguien nos necesita y brindarle consuelo.

Debemos entender que es Dios quien nos da la gracia de la fe cuando nosotros se la pedimos y que la fe sin obras de caridad va a morir pronto, porque es superflua, no tiene sentido, no vale gran cosa; tenemos que vivirla con intención. Tengo fe y también lo demuestro, la vivo, la experimento, la siembro en tierra fértil. La fe es la confianza de la existencia de Dios, es punto centrar de nuestra vida cristiana, es esa fuerza que nos da esperanza, que nos permite creer que Jesús ha venido a perdonar nuestros errores y a ayudarnos a sanar las heridas.

Con humildad, como esta mujer, acerquémonos a Jesús para pedirle que aumente nuestra fe, que nos de la gracia de la fe, que se presente en nuestra voluntad el don de la fe.

Propósito de hoy: Quiero recordar que Dios es el dador de fe y quiero pedirle con humildad que aumente mi fe, porque quiero dar testimonio de que su amor es el que sana mis heridas.