12DE FEBRERO: QUE DE MÍ, SOLO SALGA TU PALABRA DE AMOR.

Marcos 7, 14-23 “Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”.

Nos dice Jesús que es, en nuestro corazón, donde guardamos el mal y el bien también, por supuesto: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Y lo que también sale de dentro es la bondad, el deseo de hacer el bien, la justicia, la misericordia, la empatía, la honradez, la humildad, o sea la benevolencia que nos purifica eso que llevamos en el corazón y todo esto lo encontramos cuando reconocemos el amor de Dios.

Sabemos que existe el mal pero también el bien y es lo que debe predominar en cada uno de nosotros. Todos tenemos la capacidad del mal, de herir, de lastimar, de odiar y también la capacidad del bien, de ayudar, de servir, de amar. ¿De que manera te identificas tú? Porque lo que nos mancha somos nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestras acciones y el cómo reaccionamos ante la vida. Somos un cúmulo de decisiones que nos llevan hacia Dios o nos apartan de él; sí, es verdad que quién nos rodea influye positiva o negativamente en nosotros, pero somos nosotros los responsables de dónde ponemos nuestro corazón.

Vamos procurando que nada manche nuestro nombre, que ninguna de nuestras acciones vaya en contra de esos valores que Jesucristo vino a enseñarnos, que enlistemos nuestras prioridades y dentro de ellas se sumen el perdón, la misericordia y el amor. No seamos motivo de disgusto, al contrario que reflejemos que somos hijos de Dios, que Jesucristo es nuestro camino; que en nuestro corazón damos testimonio del amor infinito del Padre, que perdona y escucha.

Podemos empezar hoy y procurar que lo que salga de dentro no nos manche, al contrario, que deje huella del esfuerzo que hacemos por tomar decisiones asertivas que nos acerquen cada vez más a la felicidad que está destinada para cada uno de nosotros.

Propósito de hoy: Quiero aprender a controlar mis impulsos cuando algo o alguien me hace enojar, para que de mí solos salgan palabras que edifiquen y fortalezcan mi relación con Dios, en la persona de aquellos que me rodean.