10 DE FEBRERO: MI FE ME LLEVA A RECONOCER TU AMOR.

Marcos 6, 53-56 “Cuantos lo tocaban, quedaban curados”.

¿Qué sientes cuando escuchas estos Evangelios donde la gente tenía tanta fe en Jesús? Y es que la fe es sinónimo de esperanza y es lo que Jesús ha venido a traernos. La esperanza de una vida plena, de la resurrección y de la salvación de nuestra alma. La gente acudía a ver a Jesús y creían tanto en él, que estaban seguros que con solo tocar su manto, él los curaría. Sabían que no era un hombre como todos, o un charlatán que se quería burlar de ellos o aprovecharse de alguna manera, como los falsos profetas que llegaban y pedían algo a cambio. La gente notaba en Jesús una sencillez de corazón y de palabra, que expulsaba demonios, que sanaba enfermedades y que cada palabra de su boca era un reflejo de la misericordia de Dios. Todos en algún momento de nuestra vida, sentimos esa necesidad de Dios y también queremos correr hacia Jesús y tocar su manto para que cure nuestro dolor.

Cuando creemos en Jesús y confiamos en su palabra de vida eterna, nos llenamos del deseo de complacerlo, queremos seguirlo y aprender de él, para dar testimonio de fe. Y es cuando nos damos cuenta de que nosotros también podemos tocar el corazón de los demás, ¿lo has pensado? ¡Sí! Con tan solo una palabra llena del amor de Dios, podemos significar un mundo para alguien que necesita sanar, para quién se siente solo. Podemos ayudar a nuestro hermano con tan solo escucharlo, o agradeciéndole por aquello que hace por nosotros. Tenemos la capacidad de acercarnos a pedir perdón con humildad y dejar la soberbia fuera de nuestras acciones, porque cuando somos testimonio de fe, imitamos al Hijo de Dios hecho hombre, sabiendo que es su ejemplo, lo que nos motiva ser como él.

Con tan solo tocar a Jesús quedaremos curados y lo tocamos a través de las obras de misericordia; al vestir al desnudo, al darle de comer al hambriento, al visitar al enfermo, al sentarnos a escuchar al que sufre. Recordando siempre que una fe sin caridad jamás dará frutos, caerá sobre terreno rocoso, será una fe débil. Tocar a Jesús es vivir en armonía con nuestra familia, es reconciliarnos con quien tenemos dificultades, es ver en el otro el rostro amoroso de Cristo y más cuando ese otro nos crea problemas. Tocar a Jesús es curar nuestra maldad, es quitar de nuestra mente la venganza y el odio, es dejar fuera nuestro egoísmo y el deseo de poder, que solo nos alejan de Dios. Tocar a Jesús es saber que somos capaces de sentimientos de bondad, de paz, de amor y es saber que al igual que él, nosotros también somos hijos de Dios.

Propósito de hoy: Que nunca se me olvide que cuando me acerco a tocar el manto de Jesús con humildad, mi fe, se ve fortalecida por su amor, y que es su amor el que sana mi dolor.