Marcos 4, 21-25 “La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes”.
Cuántas veces henos escuchado eso de que tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros y cuántas veces no lo hacemos. ¿Te puedes imaginar a Jesucristo? Él vino a hablarnos de amor, curó enfermedades, expulsó demonios, todo para el bien común, sirviéndonos todo el tiempo sin limitaciones y, ¿cómo le respondimos?…ya sabemos la respuesta.
Y después de 2,000 años ¿seguimos haciendo lo mismo?
Aplicando el concepto de “tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran”, vamos a enfrentarnos al día de hoy. ¿Cuál es tu relación con Jesús?, ¿cómo te diriges a él?, ¿qué significa para ti su presencia?
Conocer a Jesús nos lleva a amarlo. Su presencia en nuestro camino cambia mucho la visión con que enfrentamos las cosas, las emociones, los sentimientos y nos permite ver más allá de lo superficial. Cuando aprendemos que servir a los demás con alegría nos beneficia, le da un sentido útil a nuestra vida; y debemos tener en mente que todos tenemos la capacidad de servir, de apoyar, de facilitar, de escuchar porque estamos creados a imagen y semejanza del Hijo de Dios. Y en esto se nos da el poder de sanación. Cuando escuchamos sanamos, cuando ayudamos sanamos, cuando facilitamos y apoyamos también sanamos y no solo a nosotros mismos, sino a las personas que necesitan de nosotros. Tal vez la solución a muchos problemas sociales se resolverían si pusiéramos atención a las necesidades de nuestros hermanos y empezaríamos, de verdad, a tratarlos de la manera en que nos gustaría que nos trataran.
No desperdiciemos nuestra vida en egoísmos, ni en guardar rencores. Al contrario tenemos el poder sanador del perdón. Con el perdón liberamos muchas culpas y resentimientos y aprendemos a ver con los ojos de Cristo, con esa mirada de amor por la humanidad.
Propósito de hoy: Permíteme Padre, ver con amor a mis semejantes porque yo también necesito que me vean a mi, con el mismo amor de Jesús.