23 DE ENERO: ES EN TU AMOR, QUE ME RECONOZCO COMO HIJO DE DIOS.

Marcos 3, 7-12 “ Tú eres el Hijo de Dios”.

Reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios es lo que nos denomina “Cristianos”, porque creemos en Cristo como Dios Padre y como Espíritu Santo. Lo decimos al persignarnos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” porque es uno solo en la figura de la Santísima Trinidad. Y ¡el demonio lo sabe muy bien!, porque lo reconoce constantemente.

En el Evangelio de Marcos del día de hoy, Jesús se encuentra con personas endemoniadas, poseídas por espíritus inmundos que lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”; y es que el mismo demonio le ha llamado siempre por su nombre: “Hijo de Dios”.

Jesús no se cansa de que los demás lo sigan, se le acerquen y quieran tocar sus ropas esperando el milagro de la sanación; a veces del cuerpo y muchas veces del alma. ¿Te ha sucedido que quieres acercarte a Jesús para que te sane?

El poder sanador de Dios está en el amor, nos lo dijo Jesucristo en ese hermoso Mandamiento Nuevo que nos presentó con su llegada: “ámense los unos a otros como yo los he amado”, nos lo relata Juan 15, 12. Y es que en ese amor, damos testimonio de que sabemos que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías, el Salvador y de que somos esos discípulos que lo escuchan, que lo siguen y que lo imitan.

Si Jesús expulsa demonios a personas enfermas de odio, de venganza, de avaricia; podemos imaginar qué tantas cosas puede sanar en cada uno de nosotros, que nos ayuda a encontrar paz en nuestro corazón. Amar a los demás como él nos ama a nosotros empieza con el perdón. Sí, con ese del corazón, así como cuando Jesús en la cruz le dijo a su Padre: “perdónalos que no saben lo que hacen”. Su amor le permitió interceder por nuestro perdón, todo para que el sacrificio de su vida tuviera un significado en la nuestra.

Jesús murió por ti, sí, por ti y por mí y su Pasión se convirtió en fuente de vida y de esperanza para nosotros. Él sembró en tierra buena y nosotros debemos dar fruto bueno. Ayudar al enfermo, sonreírle al que está triste, aceptarnos unos a otros, proteger a nuestros padres, escuchar al que está solo, visitar al que se encuentra preso y principalmente no ser tacaños con nuestro amor. Acerquémonos a nuestra familia a decirles que los queremos, a nuestros amigos, a todo aquel con quién convivimos, no olvidemos dar las gracias y pedir perdón; que nuestro amor a los demás nos permita dar fe, de que sabemos que Cristo es el Hijo de Dios.

Propósito de hoy: Te reconozco Jesús en mi corazón como el Hijo amadísimo de Dios Padre y es en tu amor que yo me reconozco también, como su hijo.