16 DE ENERO: POR COMPASIÓN PERDONA MIS FALTAS, QUE ESTOY ARREPENTIDO.

Marcos 1, 40-45”Jesús se compadeció de él”.

La compasión de Jesús por todos sus hijos, por ti y por mí es infinita. Lo lastimamos una y otra vez y él con su corazón amoroso nos perdona, no guarda rencores ni castiga. En este Evangelio de Marcos, a Jesús se le acerca un leproso y Jesús lo toca y los sana y dice Marcos: “se compadeció de él”.

¿Qué es el amor sin compasión? Es como la fe, que sin obras de amor, no sirve de nada, está vacía. El amor es igual, si no hay compasión, el amor no se desarrolla para lo que fue creado. El amor es un sentimiento que nos lleva al entendimiento y al perdón. Es cierto que muchas veces no podemos entender el comportamiento de otros, y nos desesperamos, no tenemos ni paciencia ni tolerancia, pero Dios nos ha venido a enseñar, en la Pasión de Cristo, a aceptar. Y solo se pueden aceptar las cosas cuando hay compasión y arrepentimiento de nuestras faltas, es cuando sentimos empatía por los demás, como con nuestros padres y abuelos que solo quieren amarnos.

Jesús se compadece de nosotros igual que de aquel leproso y nos ayuda a sanar nuestro dolor. La lepra era una enfermedad que excluía a las personas de toda relación humana y social y era vista como un castigo por los pecados cometidos. Hoy día hay  enfermedades que nos marcan la vida y hacemos daño a otros empezando por la familia; tales como la drogadicción y el deseo de poder, como la avaricia y la venganza que nace por el odio hacia otros como un reflejo de nuestras carencias. Y lo único que logramos es alejarnos de la familia y de Dios. Nos consideramos impuros como el leproso y nos escondemos sin recordar que Jesús tiene su corazón abierto y su mano extendida para alcanzar nuestra mano, que su compasión y su misericordia va más allá de nuestra maldad.

No tengamos miedo de acercarnos arrepentidos a Dios, porque la respuesta de Jesús será siempre la misma: “¡Sí quiero: sana!”

Vivamos en la Palabra de amor y de salvación de Dios. Aprendamos a orar para aumentar nuestra fe; y eso no significa estar en el templo las 24 horas. No, ir al templo es ir a ver a Jesús, a escuchar hablar de él, a vivirlo en la Eucaristía; pero debemos tambien comprender, que Jesús está en nosotros y sentarnos a orar en nuestra habitación es también posible e importante.

Vivir un encuentro personal con Jesús, nos ayuda a vivir con intensión lo que nos corresponde todos los días. Y con humildad hay que darnos cuenta de que a Jesús, lo vamos a encontrar siempre, porque él vive en nuestro corazón…¡sí! En el tuyo y en el mío.

Propósito de hoy: No quiero apartarte de mi vida, Jesús, porque necesito de tu compasión y de tu amor para que mis acciones también estén llenas de compasión y de amor como el que tú me has entregado a mí.