Lucas 3, 15-16, 21-22 “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.
Imaginemos la voz de Dios que nos dice estas palabras a cada uno de nosotros, sus hijos amados, tal y como le habló a Jesucristo el día en que recibió el bautismo de manos de Juan. “Tú eres mi hijo, el predilecto”, sí, ¡tú! a ti te está hablando.
El bautismo es el comienzo de nuestra vida como hijos de Dios, es cierto que nos bautizan nuestros padres desde que nacemos, sin embargo, en el trayecto de nuestra vida vamos recibiendo otros sacramentos como iniciación a nuestra vida cristiana, hasta que llegamos a entender la Palabra de Dios y decidimos seguir aumentando nuestra fe, aprendemos a rezar y nos complacemos al recibir a Dios en el corazón.El bautismo, nos abre paso a la santidad y ser santos es hacer lo que nos corresponde hacer, ahí donde estamos para complacer a Dios. Es desarrollar los dones y talentos que él nos regaló y compartirlos con los demás. Es vivir las obras de misericordia con alegría, las corporales y las espirituales, ayudando al que tiene menos que nosotros, visitando a los enfermos, dando de comer al hambriento y de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y enterrar a los muertos. Es instruir, aconsejar, consolar, confortar, perdonar y sufrir con paciencia.
Complacer al Señor, es vivir también los mandamientos, empezando por el más importante que es amarlo por sobre todas las cosas, es no tomar su nombre en vano, es santificar las fiestas y honrar a nuestros padres, es no matar, no cometer actos impuros, no robar, ni dar falsos testimonios, ni mentir, es no consentir pensamientos impuros ni codiciar los bienes de otros. Y la clave de todo esto, es hacerlo con alegría y si nos cuesta trabajo es ofrecerle a Dios nuestro sacrificio, como respuesta a ser llamado “su hijo predilecto”.
Vivir la plenitud del amor de Dios, es dejarse guiar por él y confiar en su Palabra de vida eterna y creer en su Hijo Jesucristo que es la Verdad, el Camino y la Vida. Recordando que todos vamos a llegar al Padre, por medio del Hijo. Creer en Jesús es aceptar a Dios en nuestro corazón, es dejarlo ser parte de nosotros porque nosotros somos parte de él y al final del camino vamos a encontrar la recompensa de haber creído y de haber seguido lo que nos vino a enseñar. Jesús, el que nos bautiza con el Espíritu Santo y con fuego se hace presente en nosotros todos los dīas, para decirnos que nos ama y que nunca vamos por el camino solos.
Propósito de hoy: Agradecer a mis padres por haberme bautizado y por enseñarme a amar a Dios. Amén.