Lucas 5, 12-16 “Señor, si quieres, puedes curarme”.
Cuánta humildad la del leproso que se le acercó a Jesús. Él no llega a exigirle, ni a ordenarle, ni siquiera a pedirle; simplemente le dice “si quieres, puedes curarme” y en esa confianza que tiene ante el Señor, Jesús le dice: “si quiero” y lo cura.
La actitud del leproso es una enseñanza para nosotros. Él necesita de Dios. Él se acerca a Jesús sabiendo que puede curarlo, porque no solo es la lepra; también necesita sanar del dolor que su enfermedad le ha creado, del sentirse desairado, sucio, pecador. Recordemos que en aquellos tiempos tener lepra significaba estar pagando por sus pecados o los de sus ancestros, era vivir aparte para no contagiar a los demás, o era tener algún demonio dentro de sí mismo, como castigo. Y la sanación de la lepra, era un milagro, era el camino hacia la libertad del alma y no solo del cuerpo.
Hoy día, hay muchos tipos de lepra ¿lo has pensado? La avaricia, el poder, el egoísmo son enfermedades actuales, entre muchas otras, que te segregan de los demás y aunque parezca que quienes viven en ese estado son populares, no es así, tienen muchos enemigos y en muchas ocasiones están solos. Sentir que podemos hacer las cosas solos y que sabemos más que otros con arrogancia, minimizando a los demás nos hace creer autosuficientes. Pero, todo aquel que no se de cuenta que necesita de Dios para salir adelante, batalla más en la vida, porque no puede ver más allá de si mismo.
Jesús ha venido a curar nuestras heridas, a sanar nuestro dolor, a ayudarnos a salir adelante. Nosotros le permitimos sanarnos cuando entendemos que es la fe la que nos hace fuertes ante la adversidad, que es la confianza que tenemos en las cosas de Dios la que deja que su mano toque nuestro corazón. Somos nosotros los que debemos reconocer cuánta necesidad tenemos de que Jesús entre a nuestra vida, que nos ayude a encontrar el mejor camino, que nos enseñe su verdad y está en nosotros que queramos aceptarla.
Jesús va a sanar nuestro dolor, porque él siempre nos va a contestar “si quiero”, solo nos corresponde aceptar con humildad, que necesitamos de él, de su compasión y de su amor infinito.
Propósito de hoy: Quiero saberme necesitado de la misericordia del Hijo de Dios para poder sanar mi dolor. Ayúdame, Padre, a aumentar mi fe para poder ser testimonio de los milagros que haces en mi cada día y para reconocer que necesito de tu amor para salir adelante siempre.