4 DE NOVIEMBRE: QUIERO APRENDER A VIVIR COMO TÚ.

Lucas 14, 12-14 “Cuando des un banquete, invita a los pobres”.

¿Qué quiere decirnos Jesús en este Evangelio de Lucas? ¿Por qué invitar a los pobres a nuestra fiesta?

El agradecimiento es una virtud muy bonita que por lo general la recibimos de personas sencillas, tal vez de aquel que no tiene mucho que dar…económicamente, pero que en su corazón vive su mayor riqueza, el  tesoro más grande: su amor.

Cuántas veces invitamos a alguien a nuestra fiesta “por quedar bien”, “por que es conveniente que nos vean con ellos”, “para que los demás le den importancia a nuestra persona” y es que también, en muchas ocasiones una invitación como tal tiene una razón, que no es más que poder recibir algo a cambio de esos invitados. Tal vez, ¿un agradecimiento con otra fiesta? O ¿algún regalo?. Sin embargo, cuando invitamos a alguien solamente por que su compañía es lo que deseamos tener, no estamos esperando nada más a cambio. ¿Te ha sucedido? Y que refrescante es que contemos con las personas que genuinamente nos quieren o nos aprecian, solo por el hecho de compartir momentos juntos.

Jesús se refiere a esto precisamente, y nos dice: “y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

Aprendamos a valorar a las personas por lo que son, no por lo que nos pueden aportar materialmente. Un hombre de bien puede tener una sabiduría que nos hace falta a nosotros y con su conversación sencilla podemos aprender a ser mejores seres humanos. En el dar, está el recibir y no me refiero a cosas materiales. No. Sino a nuestra actitud, esa del servicio, la de la bondad y nuestra comprensión a la situación de los demás; es por nuestras obras que vamos a ser reconocidos y Dios nos lo pagará como nos dice Jesús, cuando resuciten los justos. Y nosotros debemos querer estar del lado de los justos.

Darnos a nosotros mismos en el servicio por amor a Cristo, nos hace imitarlo, nos permite vernos un poco como una imagen que queremos alcanzar por nuestras acciones. Nunca nos olvidemos de ser ese “pobre” del que hablan las escrituras, porque él representa la humildad de corazón, representa el perdón, la empatía hacia el más débil, representa nuestro entendimiento del dolor y del sufrimiento que muchos de nosotros vivimos a diario. Seamos pues, el pobre de espíritu, porque de él será el Reino de los cielos.

Propósito de hoy: Padre, no permitas que la arrogancia se apodere de mi, quiero ser una persona sencilla para comprender eso que Jesucristo ha venido a enseñarme.