3 DE NOVIEMBRE: QUE NADA ME SEPARE DE TI.

Marcos 12, 28-34 “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”

Y tú ¿Sabes cuál es el primero de todos? “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. No hay ningún mandamiento mayor que éste”. Así nos vino a enseñar Jesús y en su mensaje quiere que aprendamos a hablar de amor, del de Dios, del que hay en nuestro corazón desde el comienzo del tiempo.

¿Cómo vas con esto del amor?

Muchas personas creen que es difícil amar, inclusive a Dios porque siempre condicionamos nuestro amor. ¿Verdad? “Si me das esto, te amaré por siempre”, “te prometo que te voy a amar si vas conmigo”, “cuando me ayudes te voy a querer más”, y cuando hablamos con Dios, somos más firmes y crueles hasta cierto punto: “Dios, si me haces este milagro te amaré por siempre”, “Como no me cumpliste mi deseo, ahora no iré a misa, no vale la pena”, “pierdo mi tiempo en la oración porque jamás me escuchas, así que voy a dejar de rezar”. Y palabras similares van y vienen. Condicionamos nuestro amor y todo amor condicionado se frustra, no funciona porque nadie va a respondernos como nosotros esperamos. ¡Claro que no! Todos tenemos diferentes culturas, ideologías, inteligencias, por consiguiente no pensamos igual y el resultado tan diverso que se da entre unos y otros fracasa en las expectativas que tenemos del otro, pero, quien más sufre es uno mismo.

El amor de Dios es incondicional, ¿Lo sabes? Si nos alejamos de él, solo falta que le digamos “Padre, perdona mis ofensas, me arrepiento, te amo” y automáticamente sentimos su amor en nuestro corazón. Pero, entendamos esto, ¡Dios no dejó de amarnos!, nosotros le cerramos las puertas, porque él siempre se queda en el lugar que nosotros le damos. El arrepentimiento es algo para nosotros mismos, para darnos cuenta conscientemente que no nos conducimos de la mejor manera y Dios no se fue, no, él permanece siempre en nuestro corazón, fue nuestro sentido del mal el que nos hizo dejarlo atrás de esa puerta.

Jesús nos enseña que en la vida, si nuestro timón, nuestra guía, esa luz en el desierto del corazón, es Dios, y que está por sobre todas las cosas y sobre todas las personas y sobre todos nuestros bienes, siempre vamos a tener una respuesta, nunca vamos a estar solos, y vamos a querer amar a Dios en todo momento y en toda situación. Es algo que debemos tener muy en mente: ¡es él quién nos da la vida! Y somos nosotros quienes lo hacemos de lado.

Propósito de hoy: Padre, no quiero ofenderte dándole un primer lugar a otras personas, o a mis bienes materiales, o al deseo de poder; ayúdame a que en mi corazón tú seas siempre el primero y que jamás permita que algo que me separe de ti, porque te amo.