Lucas 13, 20-33 “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”
En el Evangelio de hoy Jesús nos responde de esta manera: “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán”.
La puerta angosta, estrecha, de espacio limitado es por la que tenemos que entrar, que no es más que una vida de entrega y no de protagonismo. Jesús termina diciéndonos, en este Evangelio: “Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”.
Jesús va por un camino estrecho, lleno de sacrificios y dolor que lo llevan hacia la vida eterna y quiere que sigamos ese camino junto a él y no el camino fácil, el de los atajos porque solo nos llevan a la destrucción de nosotros mismos, a vivir bajo el concepto social de la felicidad donde todo es “yo lo puedo hacer solo”, “no necesito de nadie” y donde se pierden los conceptos de la vida moral, que nos alejan de Dios.
Son pocos los que se salvan, porque somos pocos los que queremos seguir a Jesús. Pocos los que estamos dispuestos a intentar entrar por esa pequeña puerta que nos lleva a Dios por medio de nuestra oración, de nuestra vocación de servicio, de la manera en que estamos dispuestos a vivir para crecer en una sociedad conformista, ayudando a otros, perdonando, queriendo dejar una huella de amor por donde pasamos.
Estar dispuestos para aceptar lo que nos toca vivir y saber amar y perdonar, es el camino estrecho por donde queremos caminar.
Propósito de hoy: Ayúdame Padre a no querer tomar atajos sucios para llegar primero sin darme cuenta que al hacer trampa, aunque llegue primero, seré el último en estar a tu lado y encontrar la salvación.