24 DE OCTUBRE: VEN ESPÍRITU SANTO A MI CORAZÓN.

Lucas 12, 49-53 “He venido a traer fuego a la tierra”.

Jesús no nos está hablando de incendios forestales ¡No!, ¡nos está hablando del fuego en nuestro corazón! Ese que arde desde adentro con el ímpetu del Espíritu Santo, sí, el fuego del amor de Dios que nos quema por dentro, que se desborda en nuestro ser y que nos ayuda a salir adelante, a soportar los fracasos y levantarnos de nuevo, a vencer nuestros miedos y toda tentación que pueda alejarnos de Dios.

Jesús ha venido a traer fuego a la tierra por medio del Bautismo, este sacramento que nos lleva a la santidad, el que nos permite unirnos a la comunidad de Cristo.

El fuego del Espíritu de Dios entra a nuestro corazón para acompañarnos y hacernos saber que no vamos solos por la vida. Que en el momento de tomar decisiones, nos aconseja; que cuando sentimos temor, él está aquí para hacernos sentir fuertes y poder enfrentar cualquier dificultad; que a la hora de amar, él enciende la gracia del amor en nosotros para poder ser fieles en la entrega del amor que llevamos en el corazón. Es por medio del fuego de Dios, que podemos vencer las tentaciones que quieren alejarnos de él. Es un abrir los ojos al peligro y también a la bondad que hay en los demás.

Recordemos que somos creados a imagen y semejanza del Hijo de Dios, y que, en cada uno de nosotros, está esa similitud con Jesucristo. Somos capaces de hacer el bien y de humildad, al sentir que debemos pedirle perdón a esa persona que queremos y a quién ofendimos. Estamos conformados de virtudes y de dones, que nos ha dado la Gracia de Dios, y tenemos que aprovecharlos para nosotros mismos y para los demás.

Que nuestra vida no pase en vano, que seamos fructíferos y que sembremos la buena semilla del amor, como ejemplo de que creemos en Dios, de que su Espíritu de amor vive en nosotros para poder dar fruto abundante de paz, de amistad, de verdad. Seamos dignos de reconocernos como personas llenas del Espíritu Santo, del amor de Dios, de esa fuerza que nos purifica y nos renueva para poder dar testimonio de que somos como Jesús, hijos del mismo Padre Celestial.

Propósito de hoy: Que el Espíritu Santo obre en mi este día, para vivirlo al máximo, siempre, ayudando a los que me rodean, con amor.