19 DE SEPTIEMBRE: QUE MIS PECADOS SEAN PERDONADOS EN LA MEDIDA QUE SE AMAR.

Lucas 7, 36-50 “Sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho”.

¡Qué ejemplos nos da Jesucristo del amor! Y qué bonita manera de enseñarnos, como hace con el fariseo que lo ha invitado a su casa. No lo ofende, pero sí le da una lección. “Al que poco se le perdona, poco ama”.

¿Cuánto amor damos a los demás?, ¿Qué es lo que nos detiene para amar con sinceridad?, ¿Por qué somos los primeros en juzgar sin darnos cuenta de lo que nosotros mismos hacemos? Vamos deteniéndonos para analizar este Evangelio de Lucas, con un mensaje tan poderoso.

“¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no me ofreciste agua para los pies, mientras que ella me los ha bañado con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besar mis pies. Tú no ungiste con aceite mi cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por lo cual, yo te digo: sus pecados, que son muchos, le han quedado perdonados, porque ha amado mucho”. Y finaliza con la siguiente frase: “En cambio, al que poco se le perdona, poco ama. Luego le dijo a la mujer: “Tus pecados te han quedado perdonados”.

A esa mujer, como a muchos de nosotros, la ha salvado su fe. Y es que la fe está impregnada en nuestro ser, cuando le pedimos a Dios que por su gracia nos la de. Entonces, cultivamos el amor a Dios por medio de esta fe que recibimos al orar; cuando nos preparamos para escuchar la Palabra de Dios, y la vivimos al poner nuestra voluntad al servicio de los demás. La fe nos permite sembrar en tierra fértil y cosechar fruto abundante de amor y de misericordia, y es por medio de ella, que podemos actuar con compasión todo el tiempo, y no solo cuando alguien nos ve.

Tenemos la oportunidad de amar todos los días de nuestra vida, de ejercitar nuestro bondadoso corazón y de fortalecer nuestra fe por medio del amor, que nos lleva al perdón.

Propósito de hoy: Quiero aprender a amar como Jesús, para reconocer el bien en los demás y principalmente en mi.