4 DE SEPTIEMBRE: TU AMOR, SANA MI ALMA.

Lucas 4, 38-44 “¡Tú eres el Hijo de Dios!”

Lucas sigue relatando los encuentros de Jesús con el demonio, que bien sabe que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías, el Enviado. Y Jesús no le teme, al contrario, está listo para sanarnos cuando somos poseídos, y nos libera del mal.

Tal vez imaginamos al demonio, como un ser con cuernos y de color rojo; pero el demonio se encuentra en las cosas del mundo que nos alejan de Dios. Pero ¿Cómo? Cuando una persona pierde conciencia de sí misma, está poseída por el mal, tal vez parezcan palabras muy duras, sin embargo cuando nos enfermamos de poder y queremos ganar a toda costa aún si es pisoteando a nuestros compañeros o familiares, o cuando las drogas no nos permiten llevar una relación pacífica con los demás o con nosotros mismos al grado de que no podemos razonar y solos nos hacemos daño, o cuando la venganza nos lleva a tener acciones atroces, como asesinar, o violar a alguien que no puede defenderse, o destruir la vida de alguien más, son conductas poseídas por el mal, por el demonio que solo busca empobrecer nuestra existencia, separarnos de las personas que amamos o que nos aman, y destruirnos. Así juega el demonio con nuestra vida, cuando estamos vacíos de Dios.

Una de las cosas que siempre me asombran, es cómo el ser humano prefiere que le digas una mentira a enfrentar una verdad. Vivimos con miedo al rechazo, con la moral muy lejos de ser una virtud y nos dejamos llevar por mentiras, que perdimos ya de vista y que no podemos controlar. ¿Te ha sucedido?

Tal vez, es momento de rectificar en nuestros modelos de vida y podemos hacer cambios que nos favorecen a todos, en especial a nosotros mismos y nuestro trato con los demás.

Elegir seguir a Cristo, nos cambia la visión de nosotros mismos, de la vida y de los demás. Podemos aprender a orar para que nuestro camino esté lleno de fe y de esperanza. Para poder confiar en que al lado de Dios, todo se ve diferente, hay una luz que nos guía y nos permite amar. Por que es en el amor que podemos mejorar nuestra vida, porque aprendemos a perdonar y a pedir perdón. Y es en el perdón, que nos disponemos a aceptarnos unos a otros, para vivir de una manera ordenada, que nos lleve a la tranquilidad del alma.

Propósito de hoy: Quiero saber reconocerte siempre como el Hijo de Dios, para que al momento de enfrentar tentaciones, tenga tu verdad en la mano y pueda confiar en tu amor para poder sanar.