2 DE SEPTIEMBRE: QUE MI CORAZÓN SE LLENE DE TU PALABRA DE AMOR.

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23 “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”

Escuchamos constantemente cómo los escribas y los fariseos buscan pleito con Jesús, siempre lo están criticando o juzgando tanto a él como a sus seguidores, también los sacerdotes hacen esto y es que todos quieren vencer a Jesús, hacerlo sentir menos que ellos y ridiculizarlo. Nos damos cuenta que no hay mucha diferencia entre actitudes pasadas a las presentes.

Con gran sabiduría, Jesús habla del corazón, del amor, de las apariencias que damos, en lugar de tener un actuar honesto, sincero, donde lo que dirija nuestra conducta sea la motivación a hacer el bien. “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi”. Nos adentramos tanto a las cosas del mundo que dejamos de lado lo relacionado con Dios, “para mañana”.

Y ¿Qué pasa cuando vivimos el presente con el corazón dispuesto a Dios? ¿Lo has intentado?

“Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro”, de dentro del corazón. Es ahí donde guardamos nuestras emociones, nuestros valores y la manera de vivir nuestra fe. Cuando hacemos oración, tenemos un encuentro con Dios que nos permite ver las cosas diferente, nos invita a hacer el bien, a pensar mejor de los demás y a querer ser una persona con propósito; nada puede mancharnos porque sembramos frutos del amor de Dios. Pero, cuando nos alejamos de la oración, de la Eucaristía, o de las obras de misericordia, Jesús nos dice: “Lo que si lo mancha es lo que sale de dentro, porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”, cuando nuestro corazón está vacío de Dios.

Jesús nos enseña a purificar el corazón, a vivir los mandamientos, a dar testimonio de su amor por medio de nuestra palabra, que lo que digamos y hagamos venga de un corazón puro, lleno de gracia, que lo importante no sea lo de afuera, sino lo que nos caracteriza como hijos de Dios. En el día a día, recibimos mucha información que nos aleja de Dios, que nos incita al mal, pero, está en cada uno, según su fe y sus valores morales lo que va a aceptar del mundo exterior, por eso, lo que viene de afuera no cambia nuestro corazón. Lo que cambia el corazón es lo que hacemos con esa información, al caer en un corazón vacío de verdad y es cuando lo que sale de nuestro corazón puede ser malo, ofensivo, detrimente.

Propósito de hoy: Padre, ayúdame a que por medio de tu amor, pueda ser un signo de paz para otros, para que, lo que salga de mis labios sean palabras de bondad, de perdón y de amor.