30 DE AGOSTO: TE ENCUENTRO EN EL CAMINO CON FRUTO ABUNDANTE.

Mateo 5, 1-13 “Salgan a su encuentro”.
El Evangelio de Mateo narra la hisotria de las mujeres previsoras y las descuidadas que estaban, al anochecer, esperando a los esposos. Por supuesto que aquellas que se habían preparado bien tuvieron suficiente aceite para iluminar el camino durante la noche. Jesús nos dice siempre: “Estén pues preparados, porque no saben el día ni la hora”.
¿Qué tan preparados estamos nosotros para Dios, para vivir el mañana, para ayudar a otros, para esperar nuestra muerte?
Es una pregunta que debemos hacernos hoy día, para que nada nos tome por sorpresa. Vivir una vida de ejemplo es tan difícil, pero siempre tiene sus recompensas. No pasa nada si te dicen loco, o inocente, o ingenuo; imitar a Cristo en la bondad y la compasión hacia los demás, incluso hacia aquellos que nos han defraudado y por los que ya nadie tiene esperanza, es lo que nos lleva hacia el Padre.
Debemos fortalecernos en el amor de Dios, en la oración para que nuestra fe aumente y podamos ver con los ojos de Jesucristo y no con los del mundo; que a veces es insensato, como las mujeres descuidadas, que no se prepararon para la alegría del corazón, y quedaron lejos de entrar al banquete de bodas.
Alistarnos para el banquete, es estar preparados para recibir a Jesús en la Eucaristía y entregarle nuestro amor. Es hacer de esa comunión un momento sagrado que fortalezca nuestra fe, para cuando llegue el día de nuestra entrega total, podamos presentarnos ante Dios con los frutos abundantes que cosechamos en el trayecto del camino. Somos bendecidos cuando no llegamos con las manos vacías y cuando nos vamos, también somos bendecidos al dejar huella y al dejar frutos de paz, de esperanza, de fortaleza que nos mantendrán vivos en el corazón de quien amamos.
Salgamos al encuentro del Seńor, con las manos llenas de regalos de virtud, de perdón y de amor.
Propósito de hoy: Que mi vida no pase desapercibidamente, quiero prevenirme ante cualquier situación de tentación para poder vencer, de la mano de Dios, todo obstáculo que me impida llegar hasta su corazón.