25 DE JULIO: APRENDO A SER COMO TÚ, JESÚS.

Mateo 20, 20-28 “No he venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Sentarse al lado de Jesús. ¡Qué nervios! Y a la vez, así como la madre de Santiago y Juan, que cree que es algo sencillo sentarse al lado de Jesús, nosotros también podemos pensar lo mismo. Pero, ¿Nos hemos detenido a pensar bien en ésta petición? Querer estar a la derecha del Padre es saber que debemos ser una replica total de Jesucristo, su Hijo único quién vino a dar su vida por nuestra redención y si estamos dispuestos a servir y no a ser servido, tal vez podemos ir encaminándonos hasta la casa del Señor con buenas posibilidades de santidad y de vida eterna.

Beber el cáliz que Jesús bebió, es el significado de una vida de entrega al servicio de los demás, es vivir los mandamientos del amor de Dios y al prójimo que nos liberan de la esclavitud del pecado y que nos cuesta muchas veces seguir tal y como Dios nos lo pide: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas, no tomarás el nombre de Dios en vano, Santificarás las fiestas, honrarás a tu padre y a tu madre, no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no darás falso testimonio ni mentirás, no consentirás pensamientos impuros y no codiciarás los bienes ajenos”.

Beber el cáliz que Jesús bebió, significa también seguir las obras de misericordia corporales: “Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, dar posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos y enterrar a los muertos”, y espirituales: “Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en un error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar por vivos y difuntos”.

Beber el cáliz que Jesús bebió es sabernos dichosos por las acciones de nuestra vida: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque Dios los consolará. Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tiene hambre y sed de hacer la voluntad de Dios, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.  Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por hacer la voluntad de Dios, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía. Alégrense y regocíjense, porque será grande su recompensa en el cielo, pues así persiguieron a los profetas que vinieron antes que ustedes”.

Es entonces, cuando podremos sentir que tal vez, por nuestra conducta y servicio, estaremos sentados junto al Padre, en el cielo, siguiendo, principalmente, el mandamiento nuevo que nos ha dejado Jesús: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado”.

Propósito de hoy: Padre, dame tu gracia para no cansarme jamás, de querer ser como tu Hijo Jesucristo.