21 DE JULIO: TAMBIÉN TE ESPERO.

Marcos 6, 30-34 “Vió una numerosa multitud que lo estaba esperando”.

En la vida de Jesucristo, el Hijo de Dios, escuchamos mucho cómo la gente lo seguía. En este Evangelio de Marcos, Jesús llama a sus discípulos para ir a comer y a descansar, se suben a una barca, y las personas que los ven, caminan hasta donde ellos se dirigen para esperarlos y poder sentarse a escuchar a Jesús predicar. ¿Has pensado por qué tanto alboroto? ¿Has seguido tú a alguien solo porque te agrada lo que dice y quieres escucharlo? Yo imagino que sí, por lo menos una vez en tu vida y si aún no lo haces ¡Te estás perdiendo de una gran aventura!

A Jesús lo seguían porque siempre hablaba de amor. Todas sus parábolas y enseñanzas terminaban con un enfoque hacia el amor de Dios, en sus promesas de vida eterna y en la manera en que debemos conducir nuestra vida. Hoy día Jesús nos sigue hablando de lo mismo, sus palabras no cambian, son congruentes, hablan de paz, de justicia, de verdad y todo aquel que quiera escucharlo lo busca hasta encontrarlo. Él es nuestro Maestro, de quién aprendemos la compasión y la misericordia; es quién nos habla del perdón, sí, de ese perdón que nos cuesta tanto sentir y que en su humanidad, se hace humilde para pedir perdón por nosotros que le hemos dado una muerte de cruz, injusta, solo porque no entendemos eso del amor y del perdón. Pero, ¿Qué pasa cuando lo escuchamos y aprendemos de Él? Pasa que le estamos abriendo la puerta de nuestro corazón, lo estamos dejando actuar en nosotros y estamos empezando a vivir en su amor.

¡Solo hay que abrir nuestro corazón para encontrarlo!

Me siento muy bendecida por llevar hasta donde tú estás, durante dos años la “Reflexión del Día”, desde y para Magdala y agradezco a Dios porque su presencia en mi corazón, me permite escribir de la mano de su Espíritu, un mensaje de amor para ti.

Propósito de hoy: Padre, que nunca me canse de esperar ver a Jesús, tu Hijo amado, para aprender de Él el perdón y su misericordia infinita.