19 DE JULIO: AYUDO A LOS DEMÁS POR LA GRACIA DE TU AMOR.

Mateo 12, 1-8 “Misericordia quiero, y no sacrificios”.

Los sacrificios que consideramos dignos para Dios, muchas veces son sacrificios para sentir que estamos dejando de hacer algo por Dios, pero en realidad son según nuestra conveniencia. ¿Verdad?. El ayuno sin sentido o para perder peso, no es un sacrificio que se ofrece a Dios, es para nuestro beneficio, por ejemplo. El sacrificio de ir a misa todos los días, pues que manera tan absurda de llamarle a querer aumentar nuestra fe y si lo decimos en voz alta para que nos crean santos, tampoco lo estamos haciendo para Dios. Si creemos que ayudar en nuestro hogar con las tareas de limpieza y orden son un sacrificio, que manera tan vana de reconocer que ese orden nos dará una mejor convivencia con nuestra familia y tampoco es un sacrificio para el Señor.

Entonces, debemos de escuchar bien la Palabra de Dios. Él quiere que seamos misericordiosos antes de creer que nos sacrificamos por Él. Pero, y ¿Cómo es eso?

Las obras de misericordia deben estar como prioridad en nuestras acciones de fe, es dar testimonio de que creemos en el amor de Dios, cuando nos acercamos a Él por medio del servicio que ofrecemos con amor a los demás, no como un sacrificio. Jesús nos enseña a amar al prójimo como a nosotros mismos y más profundo aún cuando nos deja su mandamiento nuevo y nos pide que nos amemos unos a otros como Él nos ama y nos invita a amar a los demás por medio de nuestras acciones, ayudándolos y teniendo caridad como resultado de nuestra fe. Es entender las necesidades de los demás y ser compasivos ante ellas, porque aprendemos a amar a los demás desde el amor de Jesucristo.

Cuando Jesús nos dice que quiere misericordia y no sacrificios, nos dice que lo que hagamos sea siempre por la gracia del amor de Dios y que no veamos nuestras acciones como un sacrificio, sino como una donación de nosotros mismos. Que visitemos a los enfermos, que le demos de comer al hambriento y beber al sediento, que le demos posada al peregrino y vistamos al que va desnudo, que visitemos al que está preso y que enterremos a nuestros difuntos, acciones consideradas obras de misericordia corporales. Y hay también las obras espirituales que consisten en enseñar al que no sabe, dar un buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y orar por todos vivos y muertos y todo esto en base al amor que Dios nos ha concedido tener, siempre con bondad y jamás en presunción de creernos más que los demás y recordando que la misericordia no la debemos considerar un sacrificio, no, sino un acto de amor como ése que nos da Jesús en la cruz.

Propósito de hoy: Padre, que tu misericordia esté siempre presente en mi para poder vivir a imagen y semejanza de tu Hijo Jesucristo.