9 DE JULIO: RESCATAME DEL MAL.

Mateo 9, 32-38 “Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor”.

Jesús, tan lleno de amor actúa a favor nuestro. Nos sana las heridas, nos cura el dolor, nos alimenta con su Palabra, nos viste de bondad, nos acompaña en la tormenta de lo que hacemos de nuestra vida, nos ilumina en la obscuridad y  nos abraza con su misericordia. Y aún con la verdad de su palabra de vida eterna, a nosotros nos parece poco lo que recibimos de Él, porque siempre esperamos más. Queremos que al instante nuestras peticiones sean otorgadas y que los milagros se realicen ahí mismo, donde estamos, y cuando nosotros lo imploramos.

Pedir es bueno, Jesús quiere que le pidamos todos los días, es que así Él sabe que lo tomamos en cuenta, que lo reconocemos, que existe en nuestra vida llena de distracciones efímeras que no nos dejan muchas cosas buenas. Él sabe que somos como la oveja perdida y también entiende que lo necesitamos. Pero ¿Sabes cuando lo entiende mejor?, cuando oramos. Cuando nos acercamos a Él en la Eucaristía, cuando somos buena nueva para quien nos rodea, ¡Sí! También podemos ser portadores de buenas noticias, al igual que Jesús, podemos compartir su palabra de amor con los demás y entregarnos con alegría al servicio del prójimo, imitando las obras de misericordia que hizo con nosotros y por nosotros, para la gloria de Dios. 

Y es cuando estamos dispuestos a reconocer que Él vive en nuestro corazón y que es Cristo quién nos encuentra cuando seguimos el camino equivocado; que está aquí con nosotros y no nos suelta, que somos nosotros quienes nos negamos a aceptarlo como el Pastor que cuida de nosotros, sus ovejas, cuando vamos a sentir su presencia sanadora, es cuando vamos a aprender a perdonar y principalmente es cuando podremos dar testimonio de que Jesús está vivo.

Propósito de hoy: Soy testimonio del amor de Jesús porque me buscó, cuando me salí del camino, como a su oveja perdida.