Marcos 4, 35-41 “¿Por qué tenían tanto miedo?, ¿Aún no tienen fe?”
Me gusta mucho esta parte del Evangelio de Marcos, porque nos hace enfrentarnos a nuestra realidad. Jesús sigue cuestionándonos ¿Por qué no tenemos fe? Él se entrega a nosotros y nos habla del amor, de la fe, nos pide constantemente que creamos en Él, que lo busquemos en la oración, ¿y nosotros?, seguimos teniendo miedo, dudamos, nos asustamos ante las tempestades, en lugar de poner nuestros ojos en los ojos de Dios y dejarlo a Él actuar a nuestro favor.
¿Qué le pasa a los discípulos que van con Él en la barca?, todo está bien mientras saben que Jesús está despierto junto a ellos, pero en cuanto Jesús se duerme, y vienen vientos fuertes y tormentosos sienten que Jesús no está más a su lado, porque está dormido. Así es nuestra vida. Cuando vamos a misa, por ejemplo, nos sentimos tan llenos de Dios que creemos en todo tipo de milagros, pero ¿Qué pasa cuando llega el lunes, el martes, el viernes y no estamos en misa?: ¡dejamos de ver y de sentir la presencia de Dios! Y ahí está nuestra equivocación, porque Dios jamás nos abandona. Claro que no. Somos nosotros los que lo abandonamos a Él.
Analicemos bien esta escena. Vamos a misa: Dios está presente. No vamos a misa: Dios no está presente. Pero, ¿De quién es la acción? Es nuestra cuando vamos a misa y cuando no. Así los discípulos de Jesús en la barca.
Y Dios entiende que nos ahoguemos en cualquier tormenta cuando no recurrimos a Él, y tal vez no es una gran tormenta, solo es un vaso de agua, pero perdemos la fe, la confianza, nos sentimos desahuciados, abandonados y lejos de la verdad, cuando nos alejamos de Su amor incondicional.
Dejemos que Dios nos inspire para confiar en su poder sanador y que nos ayude a aceptar cada tormenta que vivimos con la esperanza de que a Su lado vamos a salir adelante, victoriosos, llenos de fe.
Propósito de hoy: No quiero apartarme de Ti Jesús, porque confío en tu Palabra y se que a tu lado no me falta nada.