4 JUNIO: NO TE CAMBIO POR NADA.

Marcos 12, 13-17 “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Cada uno de nosotros tenemos un lugar en el mundo y en el corazón de Dios, así que no debemos confundir nuestras prioridades, ni lo que es importante para nuestro crecimiento espiritual e intelectual. En el Evangelio de Marcos, Jesús clarifica que no hay que confundir lo que es del César y lo que es de Dios; algo así como que, no debemos mezclar lo mundano con nuestro comportamiento moral.

Dios siempre tiene su lugar, es el único Dios verdadero, y en la figura de Jesucristo, del Espíritu Santo y del Padre, forman la Santísima Trinidad. Y nada que sea del hombre puede minimizar la figura de la Trinidad, ni quitarle Su lugar y mucho menos alejarnos del deseo ardiente de ser hijos de Dios. Por ende, a Dios lo que es de Dios. Y todos somos de Dios, le pertenecemos, Él nos creó a Su imagen y semejanza, con valores, y características de amor que hemos reconocido en el Hijo y que intentamos imitar.

La vida nos presenta tentaciones a cada instante, unas pequeñas otras grandes, pero al fin siguen siendo vínculos que interfieren en nuestra relación con Dios y empezamos a sentir rencor, a odiar, a querer vengarnos, a dejar de amar. Buscamos placeres efímeros que nos impiden crecer, cegándonos a la realidad de que al ser hijos de Dios, tenemos una fuerza para salir adelante, para sanar, para estar bien con otros y para servir con amor a quien nos necesita. No podemos quitarle a Dios Su lugar, porque es por medio de Él que tenemos la gracia del amor, y es con amor que sabemos perdonar y darle a Dios lo que es de Dios, y eso que es de Dios, se refiere a nosotros mismos, darnos a nosotros mismos en una entrega de oración y de verdad, todos los días de nuestra vida.

Propósito de hoy: Padre, no permitas que nada me separe de ti, ni que te confunda para ser siempre fiel a tu palabra de amor.