Jesús eligió a Judas como al resto de los Doce; buscó librarlo de la decisión que había tomado de traicionarlo. Judas no es un instrumento ciego y material del destino, mucho menos del designio divino, sino que actuará con conocimiento humano y responsabilidad personal, y no aceptará la invitación a la conversión que en ese momento le ofrecía Jesús.
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