Juan 8, 51-59 “Yo Soy”.
¡Qué tan poderosas pueden ser las palabras! Jesús habla en este Evangelio de su relación con Su Padre y es de los Evangelios elegidos, donde Él se identifica a sí mismo diciendo: “Yo Soy”. Jesús “Es”, así, completo, seguro, único, sencillo sin más que agregar y está lleno del amor de Dios. De ese amor que muchos queremos vivir, pero pocos estamos dispuestos a pagar el precio. Y es que amar como Jesús, requiere voluntad y sacrificio, entrega y perdón y nos cuesta mucho trabajo hacer las cosas como Dios las propone, ¿Verdad?
Que tan importante es saber reconocernos por los dones y las virtudes que recibimos de las manos de Dios, porque son lo que nos hacen quien somos, son nuestra esencia, son los que hablan por nosotros, nuestra carta de recomendación, nuestra imagen para los demás. Y mientras más los sepamos desarrollar para el servicio a los que nos rodean, a aquellos a quienes amamos, más testimonio de que somos hijos de Dios se refleja en nuestro actuar.
La vida ya es de por sí difícil y ¡Qué tal si nos agarramos todos de la mano y nos unimos en oración para juntos animarnos unos a otros! pero ¡Juntos de la mano de Dios! Que sea su fortaleza la que nos mantenga esforzándonos para aprender a perdonar, para sentir que vale la pena vivir en el servicio digno a los demás, para sabernos amados y poder decir, así como dice Jesús: Yo Soy, porque valoro mis acciones y dignifico mi manera de ser para la gracia de Dios, siguiendo Su verdad, obedeciendo a Su voz que es un hermoso llamado de amor.
Permitamos que esta Cuaresma nos prepare, nos purifique el alma del pecado, para hacer una buena confesión y empezar todo desde el punto donde nos sabemos arrepentidos y dispuestos a pedir perdón y a perdonar a quién se acerca con humildad a nosotros. Seamos testigos del amor de Dios en nuestro camino.
Propósito de hoy: Que pueda decir con orgullo “Yo soy” tu amigo, tu hermano, tu compañero en el camino y que deje atrás todo motivo de enojo para dar fe de Tu amor a los demás.