9 DE MARZO: QUE TU GRACIA, LLENE MI VIDA DE AMOR.

Lucas 18, 9-14 “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”.

La historia que Jesús nos cuenta hoy, en el Evangelio de Lucas es sobre dos hombres que subieron al templo a orar. Y pensaríamos que maravilla, dos personas más que van a la casa del Señor para hacer oración. Sin embargo, Jesús nos da dos ejemplos muy claros de lo que somos y lo que aparentamos ser, cada vez que vamos al templo.

¿Te ha sucedido que vas a misa y hay actitudes incómodas entre la gente y que parece que solo están devorándose unos a otros, criticando qué traemos puesto, o si vamos en tenis o shorts, o si el vestido de la mujer de enfrente está muy pegado al cuerpo, o si nos quedamos viendo a los demás con una mirada desafiante en lugar de entender a qué vinimos?. ¿Tú eres así? ¿O eres de las personas que van a la casa de Dios y saludan a los demás con genuina alegría de verlos, que ponen atención y se adentran en verdad a la liturgia, la viven, la sienten y cuando reciben la Eucaristía se sienten llenos del amor de Dios, y no solo es comulgar porque así lo dice la iglesia una vez que se hace la Primera Comunión, o darse golpes de pecho para salir del templo y tener la misma actitud con la que entraron?

Algo así es el Evangelio de hoy. El fariseo, erguido que va al templo para que lo vean los demás y que solo se alaba a sí mismo por ayunar, por pagar el diezmo y por sentirse diferente a los demás, enalteciéndose a sí mismo en lugar de ir a orar con humildad como lo hizo el publicano que ni siquiera se atrevía a levantar los ojos hacia Dios. Éste hombre que imploraba con humildad: “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”.

Lo que hacemos en nuestro camino debe ser siempre para acercarnos al Padre, para pedir perdón y no repetir las mismas faltas. Acercarnos al tener humildad para ayudar a otros sin querer recibir algún premio, reclamando: “porque me lo merezco”, no. Que nuestro actuar siempre refleje el ejemplo de Jesucristo, un ejemplo de entrega, de alegría, de servicio y por supuesto que de amor. Que podamos arrepentirnos de nuestros errores y acudamos a pedir el perdón que va a sanar nuestro dolor, para comprender que es en el perdón que Dios se apiada de nosotros, para vivir nuestra vida y recorrer el camino, sabiéndonos amados y así, poder también perdonar a quien nos ofende.

Propósito de hoy: Padre, dame Tu gracia para llegar hasta ti y que mi fe crezca cada día más.