6 DE MARZO: SOY PLENO EN TU AMOR.

Mateo 5, 17-19 “He venido a darles plenitud”

La plenitud de Dios. ¿Qué nos dice esta corta frase?

Sentirse pleno, es estar en una total paz consigo mismo, ahora ¡pensemos en ésa de Jesucristo! Y es que no cabe, es infinita, no hay otra plenitud similar por consiguiente no es sencillo entender. Queremos abrazarla pero nos sentimos incapaces, chiquitos y no creemos merecerlo. Sin embargo estamos tan equivocados porque la esperanza en Cristo jamás debe ser cuestionada. Él está aquí, con nosotros y quiere que seamos plenos también, que logremos comprender que seguirlo a Él, es lo que nos va a llevar a ese lugar de paz y certidumbre…de amor.

Jesús nos invita a seguirlo y seguirlo implica borrar nuestros conceptos de lo bueno y lo malo; porque cuando vivimos en orden, cuando lo imitamos en la humildad en que nos dirigimos a los demás, en como estamos listos para aprender algo que nos edifique y nos permita unir caminos con nuestro hermano, entonces vamos acercándonos a seguir con el corazón la ley de Dios. Nos abrimos ante la posibilidad de descubrir nuestros dones y talentos, estamos más dispuestos a compartirlos para el bien común.

Seamos personas de bien, procuremos la paz con el ejemplo de la plenitud de Dios, abrazarnos a la idea de que es por su amor que nosotros podemos desarrollar nuestras virtudes, es cuando hacemos oración que nos llenamos de fe, pero de una fe genuina, esa que quiere Jesús para ser plenos y que nos llena el alma de alegría. Acerquémonos con entusiasmo a la confesión y dejemos atrás esas cosas que venimos cargando inútilmente, porque no hemos querido perdonar, pero, después de ese perdón que nos viene de Dios, corramos hacia el otro y con un corazón contrito,  pidamos una disculpa por haberle ofendido.

Jesús nos da plenitud por medio de su amor y nos guía a que busquemos querer ser plenos, y es que, lo más importante es: ¡Querer ser plenos!

Propósito de hoy: Descubrir mi capacidad de plenitud de la mano de la oración, hasta llegar a Jesús en la cruz.