2 DE MARZO: SOLO QUIERO COMPARARME CONTIGO.

Lucas 15, 1-3. 11-32 “Hace tanto tiempo que te sirvo.”

Esta es una historia que nos cuenta Jesús de lo inconformes que somos los seres humanos. Primero los fariseos y los escribas que se quejaban qué Jesús, comía con pecadores y luego la historia de un padre y sus dos hijos. Uno de los hijo le pide su fortuna a su padre y se va a vivir su vida fuera del hogar. Este hijo después de derrochar su fortuna y pasar hambre decide regresar a la casa de su padre a pedirle perdón a él y al cielo porque estaba arrepentido y el padre solo tiene ojos para verlo y abrazarlo. Éste, decide dar una gran fiesta porque su hijo , al que daba por muerto, había regresado. Y entonces, ?Qué pasa con el hijo que se quedó desde siempre con él?

Hagamos un momento para pensar en esta situación, la de Jesús y el padre que lo dan todo pero nunca parecen darle gusto a los demás; la de los fariseos y el hijo mayor que se quedó con su padre pero ciego, inconforme, sin darse cuenta de lo que sucede; o la del hijo que regresó arrepentido a pedir perdón. Tú, ¿Has estado alguna vez en alguna de estas tres situaciones?

Muchas veces tenemos las bendiciones enfrente de nuestra cara y vemos al otro y creemos que tiene más que nosotros, no sabemos conformarnos, estamos siempre a la competencia de ver quién tiene más, o quién es más importante, o quién merece más; no tenemos dignidad. Una persona que se respeta a sí misma no está comparándose. No se siente menospreciado ni por Dios ni por nadie; al contrario, sabe alegrarse por los demás y es consciente de que lo que tiene es porque se lo ha ganado con su trabajo, por la gracia de Dios, que le permite actuar con diligencia, que le ha dado la capacidad de discernir entre el bien y el mal y dentro de su actuar que puede ser débil, le ha dado la fuerza para arrepentirse y pedir perdón por sus equivocaciones, para comenzar de nuevo.

Seamos personas de bien, que nos preocupamos más por lo que podemos hacer para otros que en lo que les envidiamos; no seamos egoístas ni orgullosos porque estas dos son muy malas compañeras en el camino de la vida. Seamos justos y compasivos y recordemos siempre que en la oración, está la fórmula perfecta para que nuestras virtudes aumenten y nuestros vicios disminuyan. Que podamos ver siempre, con claridad para no sentir ningún rencor ni odio hacia los demás, para que podamos estar agradecidos por los dones y virtudes que tenemos y para que podamos compartirlo todo, con aquellos que caminan con nosotros y así querer solo compararnos con el Hijo de Dios.

Propósito de hoy: Que no sea ciego al amor de Dios, ni de las personas que me rodean, para que mi corazón esté dispuesto todo el tiempo a perdonar y a pedir perdón.