26 DE FEBRERO: POR TU MISERICORDIA.

Lucas 6, 36-38 “Perdonen y serán perdonados”.

El perdón es un equivalente al amor. Cuando Jesús estaba por morir en la cruz, le salió del corazón pedirle a Dios Padre que nos perdonara, y esa acción misericordiosa fue para enseñarnos a todos nosotros que está, por sobre todas las cosas, el amor, y en el amor: el perdón.

¡Cómo no darnos cuenta que perdonar es amar!

Cada vez que sintamos que nuestra vida camina hacia al frente, detengámonos un momento a pensar si tenemos un conflicto con alguien; recordando las palabras de Jesús cuando nos dice que si tenemos un problema con alguno de nuestros hermanos, que nos regresemos a solucionarlo antes de venir a su casa a entregarle nuestra ofrenda de amor.

Sabemos que vivimos en un mundo donde se han perdido mucho los valores humanos y no digamos los morales; donde hablar con un vocabulario incorrecto y no respetarnos unos a otros es lo cotidiano y entonces regresamos al Evangelio de Lucas donde Jesús nos dice que en la medida en que juzguemos y condenemos al otro así seremos juzgados y condenados también nosotros, “porque con la misma medida con que midan, serán medidos”, y no por otra persona, no, sino por Dios Padre que todo lo puede, el creador del universo, el Salvador de almas como las nuestras.

Y para no ponernos tristes, Jesús también nos dice que, en la medida que nosotros seamos misericordiosos, así será Dios con nosotros; y la misericordia no es otra cosa que amar. Es ponernos en el lugar del que llora y del que sufre, del que ha perdido a un ser querido o que se ha perdido a sí mismo; la misericordia es tocarnos el corazón para ver en el corazón de nuestro hermano y estirar la mano para ayudarlo a recuperarse de su dolor, de su miseria, de ese lugar donde se ha perdido. En los actos de misericordia está un corazón valiente, que tal vez también sufre y también tiene un dolor muy grande, pero por un momento se olvida de sí mismo para alimentar al hambriento y no solo de comida, sino de oración, de fe, de perdón.

Hay ocasiones que solo queremos que alguien nos escuche, sentimos carencia de amor y nuestra necesidad es la comprensión y la aceptación de los demás y eso es la misericordia de Dios, cuando queremos estar cerca del otro para extender nuestra mano de amor y ayudarle a que salga de la obscuridad; y esa obscuridad muchas veces se hace mayor cuando no queremos pedir perdón a quién nos ha lastimado ni queremos perdonar a quién quiere disculparse por habernos hecho daño.

Propósito de hoy: Padre, que nunca se me olvide que la misericordia me acerca a Tu amor y me da la sensibilidad para arrepentirme y perdonar.