19 DE FEBRERO: TE BRINDO MI AMOR.

Mateo 25, 31-46 “Vengan, benditos de mi Padre”.

Bendito seas por siempre Señor, que encontraste a tus hijos y fuiste justo. Bendito seas Padre, porque me viste cuando te di de comer y cuando te di de beber; me hice visible ante tu presencia cuando curé al enfermo y visité al que estaba preso. Bendito mi Dios, que en tu misericordia te acordaste de mi.

Dios nunca se olvida de nosotros, jamás y aún cuando nosotros pensamos que cada vez que hacemos algo bueno para nuestro hermano, o que lo ayudamos a salir adelante, nadie se da cuenta, estamos equivocados, porque es Dios quién está atento, quién nos busca en la bondad, quien nos premia con amor cada obra de caridad que realizamos. Y nos dice: “Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron”.

El más pequeño detalle en apoyo a alguien, por ejemplo, que está triste, que se siente solo y desconsolado, que cree que nadie lo ama, el que se siente abandonado, y todo aquel al que saludamos y sonreímos, al que ayudamos a levantarse, al que brindamos nuestras acciones de paz es como si lo hiciéramos para gloria de Dios. Estar atentos con nuestros padres, acompañar a nuestros abuelos, ser el amigo en quien confiar es dar testimonio de que la palabra de vida eterna de Dios Padre es verdadera, de que creemos en Él, de que confiamos.

“Vengan”, nos llama Jesús y quiere que lo imitemos en misericordia, que seamos sensibles al dolor, que podamos entender que la humanidad sufre por la falta de valores, porque se quiere apartar lo más lejos posible del sufrimiento ajeno y también del propio. Jesús, el justo, nos pide que lo encontremos en la oración y en el servicio, quiere que sepamos que en la cruz, Él pidió por nosotros para que nosotros podamos también pedir por los demás, perdonar y principalmente amar.

Propósito de hoy: Permite que pueda ser sensible al dolor de mi hermano para en mi capacidad, ayudarlo a salir adelante por medio de Tu amor.