30 DE ENERO: EL DON DE LA FE.

Marcos 5, 21-43 “No temas, basta que tengas fe”.

¡Qué tan importante es la fe en cada uno de nosotros! Qué tan grande es la confianza que tenemos en Dios, como requisito para nuestra salvación; la fe que nos llega por gracia de Dios como un don indispensable para sobrevivir.

La historia de la mujer sin nombre, es como si fuera nuestra historia, con la enfermedad que duraba ya unos 12 años, que bien puede ser ese desamor que tenemos hacia los demás, que igual puede ser la dureza de nuestro corazón que nos llena del cáncer del odio porque no queremos perdonar a los demás, porque no somos capaces de pedir perdón y arrodillarnos para solicitar la misericordia de Dios. Sin embargo, todo es posible cuando aceptamos a Dios y rezamos para que nos llene del don de la fe, dejando de confiar en nosotros mismos para dejarlo todo en sus manos.

Así pasó con esta mujer que escuchó hablar de Jesús y confió, con todo su ser dijo que con sólo tocarle el vestido, quedaría curada y así fue. Jesús le dijo “Hija, tu fe te ha curado”. O cuando Jairo, el jefe de la sinagoga, corrió ante Jesús porque su hija estaba muy enferma, Jesús volteó y le dijo “no temas, basta que tengas fe” y como  muestra de la presencia de Dios, le dijo a la niña “¡Talitá-kum!: Óyeme niña, levántate”. Y fue por la fe de su padre, que esa niña se levanto y venció a la muerte.

La fe y la esperanza están entrelazadas y es lo que nos permite amar como Dios nos ama; es lo que nos permite escuchar Su voz diciéndonos que sólo basta que tengamos fe y que es nuestra fe la que nos salva; es por la fe que podemos ser testimonio de amor y perdón ante los demás.

Habrá que preguntarnos ¿Cómo anda mi fe?

Propósito de hoy: Ver en mi corazón cómo anda mi fe, para pedirle a Dios que siempre haya en mi, el don de la fe; que me ayude, en la oración a aumentar mi fe cada día de mi vida.