Marcos 3, 13-19 “…y ellos los siguieron”
Seguir a Jesús. Te pregunto: tú, ¿Sigues a Jesús? Yo creo que sí. Porque seguir a Jesús es hacer el bien ahí donde quiera que estamos, y es querer hacer el bien a otras personas. ¿Cómo es tu vida diaria en el servicio a los demás?, ¿Qué es lo que te motiva a ti para querer a los demás, para ir a visitar a los abuelos, para ayudar a tus padres, para acompañar al enfermo y ayudar al que tiene necesidad? Tal vez tu respuesta sea: ¡Jesús!
Nos cuenta Marcos que Jesús subió al monte y que invitó a algunos de sus amigos, porque quería que se unieran a Él para llevar la palabra de Dios por todo el mundo. Jesús trajo consigo al amigo trabajador, al que tiene ideas diferentes, al que su ideología política no es igual; invitó a su grupo, al traidor, al perezoso, al pecador y siendo un grupo tan diverso, Jesús los juntó gracias a su fe. Ellos creían en Él, entendían que era el Hijo de Dios, el enviado, el Mesías; tienen algo en común y que bonito que Jesús, con su poder sanador, permitió por la gracia de Dios que sus amigos, a quienes conocemos como los Apóstoles, pudieran sanar y expulsar demonios en nombre de Dios.
Y entonces, lo siguieron, dejaron su barca, a su familia, sus bienes, dinero y hogar para seguir a Jesús y hacer con Él su hogar, seguirlo y sentirse bendecidos y privilegiados con su amor. Seguir a Jesús es imitar su amor. Es querer ser como Él en la bondad y la misericordia, es querer poder perdonar, sí, que el dolor que nos ocasiona alguien más lo veamos como un aprendizaje, como una ocasión para cambiar y estar al servicio de otros. Seguir a Jesús es querer ser feliz y vivir en paz, porque en el amor de Jesús encontramos que nuestro dolor y nuestras angustias desaparecen, la carga de hace más ligera porque confiamos en Él, en su amor, en su palabra. Seguir a Jesús es sabernos amados por Dios Padre.
Propósito de hoy: Preguntarme si me siento acompañado por Jesús, para identificar si debo hacer las cosas diferente para saberme amado por Él.