18 DE ENERO: TE RECONOZCO.

Marcos 3, 7-12 “Tú eres el Hijo de Dios”

Reconocer a Jesús como el Hijo de Dios es el testimonio de fe y de amor más grande que podemos ofrecerle a Dios Padre. ¡Sí! Estamos diciéndole al mundo que creemos en Jesucristo, que creemos en el Espíritu Santo y que estamos dispuestos a hablar de Él sin vergüenza, sin temor a ser criticados, sin importarnos si nos hacen burla o se ríen de nosotros por creer en esta gran historia de amor de Dios con la humanidad.

Marcos en su Evangelio de hoy nos relata cómo Jesús pidió que le acercaran una barca para subir en ella, dado que ya había mucha gente que lo buscaba, que querían escucharlo hablar y que esperaban que sanara sus almas, con tan solo tocar un pedazo de su ropa. Jesús, reconocido como el Salvador, busca un lugar donde todos lo vean, donde Su palabra de vida eterna alimente a ellos que han creído en Él.

¿Cómo anda nuestra fe? ¿Podemos decir con claridad y seguridad que Jesús es quién es? O ese es un diálogo que solo expresamos cuando vamos a misa. En nuestro trabajo o con los amigos, ¿podemos expresarnos libremente de Dios? O ¿tenemos reservas?. Es importante definirnos como hijos de Dios y así como en la mayoría de los casos, creemos en la figura paterna en nuestra familia, también creer en Dios como Padre de bondad y de amor para todos.

De alguna manera, creer en Dios significa confiar.

Creer en Jesucristo, es sentir la gracia de Dios en nosotros mismos; es querer cambiar lo malo por lo bueno, es querer perdonar y pedirle perdón a quién hicimos daño, es dejar de odiar y cambiar los conceptos por la tolerancia y la paciencia, por la misericordia y la caridad, es querer actuar para el bien común ayudando donde nos necesiten. Confiar en Dios es saber que los caminos que seguimos van guiados por Él y que nos van a llevar a donde mejor nos convengan. Seguir a Jesús es sabernos amados y protegidos hasta el último día.

Que no nos avergüence decir que somos hijos de Dios y que lo reconocemos como Padre de amor en la persona de su Hijo Jesús, nuestro hermano y amigo, nuestro Redentor y Salvador, que sea siempre a Él, a quién queremos imitar.

Propósito de hoy: Quiero ser testimonio de tu perdón y de tu amor cada día de mi vida, por que te reconozco como Hijo de Dios.