17 DE DICIEMBRE: YA NO QUIERO ESTE DESIERTO.

Juan 1, 6-8. 19-28 “Yo soy la voz que grita en el desierto”

Juan el Bautista grita en el desierto y tal vez nos imaginamos a un hombre ahí, solo, en medio de las dunas de Israel bajo el sol intenso gritándole a la nada, con voz desesperada para que enderecemos el camino hacia el Señor, como lo anunció antes el profeta Isaías. Y digo “enderecemos” porque nosotros somos ese desierto a quién Juan grita. Áridos, solos, muriéndonos, secos porque no queremos responder al llamado de Dios y Juan quiere que nos demos cuenta del desierto en que vivimos.

Cuando conocí el Rio Jordán por vez primera, no en Betania, sino en Banias más al norte de Israel, solo pude pensar en Dios. Dios, que es este rio de agua viva; fuerte, vivificante, puro, caudaloso que nos alimenta y que no nos deja morir de sed en este desierto que somos y pienso que es nuestro corazón sediento quién debe querer alimentarse de la esperanza que nos trae Juan al bautizarnos con agua, para querer cambiar nuestras maneras de ser y de actuar, para desear llenarnos de amor y poder convertirnos y arrepentirnos de verdad, rechazando todo lo que nos aleja de Dios.

Vendrá otro, dice Juan, del cuál “Yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”, y es una frase que nos debe decir algo y que nos puede ayudar a fortalecer nuestra fe.  Palabras que nos dicen que nosotros tampoco somos dignos, hasta que nos demos cuenta, en la oración, que Jesucristo es nuestro modelo a seguir, que es Él quién nos lleva al perdón y nos toma de la mano para recordarnos que ya no estamos en el desierto, que nuestro camino está bañado por este rio caudaloso de su verdad y vida. Es también Jesús quien nos grita, igual que Juan que enderecemos nuestro camino con obras de amor y de caridad y que aumentemos nuestra fe al creer en su palabra de vida eterna, que aprendamos a ser mejores seres humanos y que con su amor podamos ser misericordiosos con los demás.

Jesús nos invita a acercarnos a Él para ser dignos de recibir sus dones y gracias, y a fortalecer nuestro corazón con su amor.

Propósito de hoy: Quiero reconocerte Padre, en este desierto que tengo en mi corazón, para que lo restaures y lo llenes con tu amor.