9 DE DICIEMBRE: CRIANDO SERES HUMANOS CON AMOR.

Mateo 9, 35-10. 1, 6-8 “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos”

Cuando vivimos en la ciudad no tenemos muchas oportunidades de recorrer caminos por donde se ven los campos labrados listos para sembrar y luego ver el fruto en su punto, listo para cosechar. Nos toca ver todo producto ya en el supermercado esperándonos para comprarlo, ir a casa y comerlo. Y, para quienes tenemos la oportunidad de ver todo el proceso, nos damos cuenta que el labrador tiene mucho trabajo, que se llena de paciencia para esperar la cosecha y en el camino le dedica todo su esfuerzo y atención y principalmente amor a esa semilla, para que no muera, para que crezca sana y se reproduzca, hasta llegar a ser un fruto fuerte y maduro.

Poniendo nuestra atención en este proceso de la siembra y la cosecha como si habláramos de cada uno de nosotros, podemos darnos cuenta la similitud que existe en el proceso de crecer fuertes y dar fruto. En cómo, cada uno, requerimos de alguien que tenga paciencia para educarnos, para cuidarnos y curarnos, que nos proteja de las tempestades de la vida y no crecer torcidos en vicios y tentaciones que nos lastiman, alguien que nos ame; y cómo, aún con esa dedicación y ese amor, muchas veces fallamos porque somos también frágiles y caemos en las tentaciones que nos distraen de crecer sanos, debilitando nuestros valores y desconociéndonos a nosotros mismos. Y es entonces cuando las palabras de Jesús resuenan más: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos”. Porque el trabajo de criar a seres humanos dignos, que se amen a si mismos, que sepan respetar los valores personales y los ajenos, cada día parece ser más difícil, no es trabajo fácil, requiere una entrega de amor.

A veces me pregunto ¿Qué le pasó a esta generación? ¿Cómo es que los jóvenes se convirtieron en el dolor de cabeza de los padres? ¿Dónde quedó el respeto que era parte de nuestra formación humana? ¿En qué lugar hemos dejado a Dios?

Constantemente necesitamos personas que se preocupen por otros, que nos amen y es que en la fe cristiana se encuentra la compasión y el deseo del servicio digno a los demás. Cada vez que nos encomendamos a Dios, a María, a Jesucristo, estamos aumentando nuestra fe en la esperanza de ser personas serviciales, que ayuden con alegría, que ofrezcan intencionalmente su tiempo en acompañar al abuelo, en ayudar e los padres, en ir al templo a orar. Los trabajadores son pocos, nos recuerda Jesús y nos invita a acercarnos cada día más al Reino de los Cielos, a saber que no estamos solos, que nuestra vida vale la pena y que el fruto que damos es recibido con alegría por los demás. Y es que el reino está en nosotros, en descubrir a Dios en el corazón, para confiar en él, y darnos cuenta que nuestra fortaleza está ahí, siempre, en ese gran e infinito amor que tiene por nosotros, sus hijos.

Propósito de hoy: Quiero encontrar en mi corazón el amor de Dios para poder trabajar con la alegría de saberme amado por Él.