6 DE DICIEMBRE: CORRO A TU ENCUENTRO, CON FE.

Mateo 15, 29-37 “Jesús llegó a la orilla del Mar de Galilea, se subió al monte y se sentó”

El Evangelio de Mateo, nos habla de fe en esta escena de la vida de Jesús. ¿Cómo es que tantas personas acudían a Él para que los curara? Cuando sin conocerlo, al escuchar que hacía milagros se llenaban de fe y con esperanza, dejaban todo y corrían hacia Él para que los sanara.

Podemos imaginar a un hombre común, como tú y como yo, subiendo al monte, sentándose a descansar y a observar la hermosa vista que significa estar ahí y ver desde arriba, como he hecho yo tantas veces, al Mar de Galilea, con su grandeza, por los milagros que en él han ocurrido.

Y entonces podemos ver en la espera, a un hombre no tan común, tranquilo y en paz, que sabe que Dios está en Él…que Dios es Él, Y que sabe que a ese lugar pronto van a llegar muchas personas a hablarle, a pedirle que los sane, que los ayude a estar bien, a que saque los demonios que llevan dentro y que, con esa fe que tienen, este hombre con amor va a perdonarles sus errores y los va a sanar, en la esperanza de que sigan una vida de rectitud agradeciendo, en lugar de maldiciendo las bendiciones que Dios pone en ellos.

Este hombre es Jesús de Galilea.

Ahí mismo, nos cuenta el Evangelio, en ese monte, aparte de curar y sanar enfermos, Jesús nos demuestra su misericordia una vez más al ver que tantas personas de fe, que confiaron y creyeron en Él, no tenían que comer después de haber caminado tanto para encontrarlo. ¡Jesús se preocupó! Sí, por ellos y solucionó cómo alimentarlos ¡eran tantos! Y realizó uno de sus más conocidos milagros, ese que todos conocemos de la multiplicación de los panes y los peces.

¿Qué hace mamá cuando hay visitas inesperadas? ¡Se preocupa por los alimentos! Como Jesús y de alguna manera también hace milagros, porque Dios le pone al alcance las provisiones para que ella sea la vía de Su presencia; Dios usa a mamá para multiplicar sus dones y hacernos saber que con Él de la mano, nada más nos hace falta. Así es Dios.

Siempre he pensado que las madres, en especial, tenemos una fe muy grande y es que al encomendarnos a Dios siempre tenemos lo mejor para nuestra familia y confiamos que en nuestro hogar siempre habrá un poco de todo, que nuestra fe es inquebrantable al ver realizado el milagro de amor en el corazón de nuestra familia. Nunca hay que dejar de orar, nunca hay que perder la fe.

Propósito de hoy: Quiero aumentar mi fe para saber agradecer los milagros que hace Dios en mi vida y reconocerlo siempre en mi corazón.