4 DE DICIEMBRE: TE RECONOZCO EN MI CORAZÓN.

Mateo 8, 5-11 “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa.”

Esta frase que rezamos durante la misa cada domingo, o cualquier otro día, ¡me gusta tanto! Tal vez te pasa igual; a mí, me emociona mucho porque me identifico con ella, cuántas veces le digo a Dios: “yo no soy digna de que entres en mi corazón, pero una palabra tuya basta para sanarme, para curarme, para convertirme en testimonio tuyo, de tu gracia y tu bondad.”

El soldado en esta historia que escribe Mateo, tiene tanta fe en Jesucristo que se entrega ante Él con humildad y le dice que, con que solamente pronuncie una palabra, su empleado sanaría, así, de lejos, ni siquiera debía estar ahí para ver su milagro actuar. Y me pregunto ¿Cuántas veces nos sentimos así? Nuestra fe: ¿Es así de ciega?

Son preguntas interesantes porque igual que Tomás, o Pedro nosotros dudamos ¡no tenemos la fe suficiente en Dios! Pensamos que algo que podemos tocar nos va a dar la solución y olvidamos que todo se da por obra y gracia de Dios, y es que es por medio de Él que todo sucede en nuestra vida, que se ilumina nuestro camino, que podemos sentir Su presencia y que así, vamos guiados hacia lo que es bueno y positivo para cada uno y los demás.

El ejemplo del soldado, lo imitamos por medio de la oración. Porque cuando nos identificamos con la palabra de Dios que está viva, que late en nuestro corazón aprendemos a orar, nos damos cuenta que somos capaces de ver nuestros talentos, los reconocernos y podemos empezar a perdonar a quien nos hace daño y a pedir perdón a aquellas personas que nosotros ofendimos. La oración nos acerca a Dios y mucho más a su Hijo Jesús, porque al verlo en la cruz, vemos también su misericordia cuándo, al momento de morir pidió por nosotros, y nos regaló a Su Madre como nuestra, y nos pronunció Hijos de Dios.

Para ser dignos de la presencia de Dios en el corazón debemos aumentar nuestra fe y tener compasión por los demás y pronunciarnos con humildad al servicio a los más débiles. Ayudar a nuestros padres, acompañar a los abuelos, sentarnos con nuestros hijos con las tareas, que la casa esté limpia, a ser bondadosos y amorosos como testimonio del gran amor de Jesucristo, y es así, como nos sentiremos dignos de que el Señor entre a nuestra casa.

Propósito de hoy: Quiero que entres en mi corazón y por medio de la oración quiero recibirte con mi amor y saber reconocerte.