6 DE OCTUBRE: ME LASTIMO YO SOLO.

Lucas 10, 13-16 “Ay de ti”

Recuerdan cuando hacíamos alguna travesura y los adultos nos decían: “Ay de ti”, corríamos para que no nos descubrieran y siguiera un regaño o un castigo; aun sabiendo que teníamos mucho que ver en lo sucedido y bien merecíamos una reprimenda.  Ahora, imaginemos que es Dios mismo quién nos dice: “Ay de ti”…Me dan escalofríos, solo en pensar escuchar la voz de Dios diciéndome eso.

Lo primero que hay que pensar es en el daño que nos hacemos a nosotros mismos, olvidemos lo que nos hacen los demás y concentrémonos en lo que nos hacemos solos. Pensemos en las maneras que abusamos de nuestro cuerpo, de cómo caemos en tentaciones absurdas por querer llenar ese espacio vacío en nuestra vida, en nuestro corazón y que simplemente está vacío de Dios. Ahí en su lugar, nadie ni nada lo puede llenar, ni las drogas, ni el alcohol, ni las pasiones desordenadas, no; el lugar que le corresponde a Dios jamás vamos a poder llenarlo con nada, porque Él hizo ese lugar en nuestro corazón para que su presencia siempre iluminara nuestro camino. Para acompañarnos y hacernos sentir amados, que vale la pena vivir esta vida, aun en medio del dolor, o la desesperación cuando no encontramos nuestro lugar, cuando creemos que no encajamos, que estamos solos, que somos raros.

Ay de nosotros, cuando nos alejamos de Dios cuando no escuchamos su palabra y la hacemos de lado porque en ese momento no nos conviene; pobres los que pensamos que somos superiores a Dios, que nadie es mejor que nosotros, que no sabemos ser amigos y que vamos buscando como desquitarnos de los demás,. Ay de nosotros los que odiamos en lugar de buscar la paz y ser luz para alguien más, que vivimos ciegos ante nuestra verdad, cuando nadie es dueño de la verdad absoluta y el único que la tiene es Dios, quien es verdad y vida eterna.

Ay de nosotros que no queremos perdonar…ese si que es motivo para sentir que hemos fracasado ante ser testimonios del amor y el perdón de Jesucristo nuestro Señor. Sin perdón, el dolor que llevamos en el corazón jamás le va a dar su lugar a Dios y seguiremos viviendo en un vacío de amor.

Propósito de hoy: Dejar de hacerme daño para darle paso al amor de Dios.