3 DE OCTUBRE: ENTRA EN MI VIDA.

Lucas 9, 51-56 “Después se fueron a otra aldea”

¿Qué hacemos cuando alguien nos desprecia? ¿Nos quedamos? ¿Seguimos nuestro camino? ¿Nos dejamos humillar? La respuesta puede ser muy variada. Podemos quedarnos para no crear caos, podemos irnos porque no somos deseados; puede darnos lo mismo y quedarnos como si nada, o podemos sufrir por sentirnos lastimados.

¿Qué sentiría Jesús, el Hijo de Dios, cuando los samaritanos no quisieron abrir las puertas de su corazón y no lo dejaron entrar?

Jesús fue prudente y humilde en su pasar por esta vida. Lo tratamos tan injustamente, lo mandamos matar y ese día que pasó por nuestra casa, no quisimos abrirle la puerta; lo desconocimos, y faltamos a nuestra promesa de amar a Dios por sobre todas las cosas.

Los samaritanos no le abrieron la puerta porque sabían que Jesús se disponía ir a Jerusalem y ellos tenían un problema, no con Jesús sino con el pueblo judío. Castigaron a Jesús con su desprecio, cuando Jesús no tenía nada que ver. ¿Somos nosotros iguales? Sí. ¡Cuántas veces juzgamos o maltratamos a otros por los problemas que nosotros tenemos y que nada tienen que ver con esas personas?…!Muchas! No hemos aprendido que juzgar está mal y más mal está cuando maltratamos a alguien por lo que tenemos pendiente con algún amigo en común, o porque en un mal momento ellos pasaban por ahí. No sabemos valorar a cada cuál por lo que es, por sus virtudes. Automáticamente nos desagrada “el hijo de”, porque tenemos un problema con sus padres; o “el hermano de”, porque no soportamos la presencia de la hermana y así, vamos por la vida siendo malas personas con quienes menos lo merecen, empezando por Jesús, el Hijo de Dios.

Sin embargo, Jesús, una vez más con su sencillez nos da una lección. Amarnos los unos a los otros como nos ama Él, perdonarnos, reconciliarnos, no dejarnos llevar por momentos desagradables que vivimos una vez y que nos gusta jalarlos y arrastrarlos toda una vida, porque esa vida se va a acabar y solo vamos a dejar rastros de dolor en los demás. Dios quiere que seamos testimonio de su palabra de vida eterna y que dejemos la huella de su amor, por donde pasemos.

Propósito de hoy: Recapacitar en cómo trato a los demás y rectificar si he sido injusta.