Juan 3, 13-17 “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único”
Me he encontrado con personas que no entienden este concepto, y en realidad es difícil de entender. ¿Tú expondrías a tu hijo a una vida de sufrimiento, de injusticia y de muerte para que otros se salven?…
La respuesta está en cada uno de nosotros.
Dios Padre nos ha dado una lección de amor, porque ha preferido que muera uno en nombre de nuestros pecados a que mueran miles por el pecado. Así es su misericordia y su bondad y eso quiere de nosotros, que seamos igual de misericordiosos y bondadosos que él y su Hijo Jesús, con los demás.
Jesús vino a traernos la paz, bajó del cielo y subió al Padre y regresó para nuestra salvación. Jesús, el Hijo de Dios, nos ama y quiere que aprendamos a ser como él y que en nuestro día a día el perdón a los demás y el querer pedir perdón, vaya siempre por delante de nuestro egoísmo, del deseo de poder y del bien sobre el mal.
Jesús en la cruz nos salva de las serpiente que levantó Moisés en el desierto, nos dice el Evangelio, porque ahí en la cruz el Hijo del hombre es levantado para ser nuestro guardián, para protegernos desde lo alto, para que alcemos la vista y veamos el gran amor de entrega que tiene por sus hijos que somos nosotros y para que todos los que creemos en él, tengamos vida eterna.
Dios de amor, Jesús de compasión.
Vivamos al máximo el amor de Dios, recibamos con esperanza el abrazo de Jesús, aprendamos que es importante sentirnos amados para poder compartir ese amor a los demás; ninguna vida es inútil, ningún esfuerzo a favor de los demás es en vano, siempre Dios Padre nos bendice y nos recuerda que envió a su único Hijo a entregarse para salvar nuestra alma en el juicio final.
Seamos buenos unos con otros, aprendamos a perdonar, a reconciliarnos con los demás, oremos para crecer en nuestra fe, para ser testimonio de que entendemos a qué vino el Hijo de Dios y lo que significó su entrega en esa cruz de salvación.
Propósito de hoy: Quiero ser testimonio de tu amor ayudando a los demás con amor.