23 DE AGOSTO: ESTOY ORGULLOSO DE TI.

Mateo 20, 1-16 “¿O vas a tenerme rencor porque soy bueno?”

Pareciera que a los seres humanos se nos programó algo en el cerebro que nos inclina al mal. Cuando alguien hace algo bueno, muchas personas sienten envidia; cuando alguien triunfa sienten enojo; cuando alguien saca las mejores calificaciones, tienen deseos de algún tipo de venganza ¿Has conocido a alguien así?

Imaginemos que por primera vez, programamos nuestro cerebro y también el corazón para sentir alegría y gozo cuando alguien hace algo bueno y mejor que nosotros; porque tal vez ahí es donde radica el problema, que constantemente nos estamos comparando con los demás y así no es la cosa. Cuando las personas que conocemos logran tener éxito en lo que sea, cantando una canción, cocinando rico, asistiendo a misa, ayudando en algo, siendo productivos, nos debería de emocionar que ellos han logrado sus propósitos, como también nos alegraría que lo sintieran cuando nosotros hacemos las cosas bien.

La vida es un vaivén de las cosas, y hacerlas bien en ocasiones requiere de mucho esfuerzo. Ser honestos y justos, en el caso del Evangelio de hoy, nos enseña que no podemos ir por la vida enojados porque los otros tienen algo y nosotros no, o porque mamá le dio el mismo regalo a mi hermano cuando creo que yo merecía más. Somos una sociedad a la que le cuesta trabajo ser agradecida. Porque ya con el hecho de despertar cada mañana deberíamos sentirnos llenos de bendiciones, amados, protegidos por el amor de Dios, por consiguiente nuestras acciones deberían ser buenas, positivas, de amor.

La bondad, la compasión, la amistad, la honestidad, la honradez son características que nos dignifican, que nos ayudan a entender a los demás y a alegrarnos por lo que hacen. La buena actitud nos ayuda a que no nos gane el rencor, ni el odio, mucho menos la venganza ni la traición; estamos llenos de virtudes y dones que nos ayudan a tener una vida en armonía con los demás, a sentirnos orgullosos por ver a los demás hacer el bien.

En las buenas acciones y el arrepentimiento del mal, encontramos a Dios, que nos espera para entregarnos su amor, siempre dispuesto al perdón.

Propósito de hoy: Alegrarme cuando veo que alguien es bueno y tratar de imitarlo.