11 DE AGOSTO: CON UN CORAZÓN HUMILDE.

Mateo 16, 24-28 “El que quiera venir conmigo, que tome su cruz y me siga”

Aquí hay tres cosas muy importantes que nos pide Jesucristo. La primera es una invitación al decirnos, “el que quiera venir conmigo” y no quiere decir que es un llamado a los que quieren ser sacerdotes y religiosas. No, todos somos llamados por Él, todos somos llamados a ser santos también; si, así como lo oyes, solo debes ser una persona con un corazón humilde que se entrega por el amor de Dios, a los demás en el servicio y la buena fe. Segundo, que tomemos nuestra cruz, esa cruz que cargamos en la mente, en nuestros pensamientos, en las decisiones que tomamos, en el amor que estamos dispuestos a dar. Y la tercera, que lo sigamos, y que lo sigamos con el corazón contento y dispuesto al sufrimiento y al dolor así como a estar listos para amar y servir a los demás a que nuestra bondad sea en silencio y esté siempre cargada de esperanza para compartir lo mejor de nosotros con las personas con quien compartimos la vida.

Dios es así, nos pide poco, pero nosotros duplicamos ese poco de manera negativa y lo hacemos mucho y entonces nos ponemos excusas para no seguir a Dios y no sentirnos mal por eso ¿Te identificas un poco?

Ser testimonio de Dios para los demás es difícil, eso es cierto, pero no es imposible. Lo principal es que sintamos en el corazón el gran deseo de cumplir los mandamientos, de amar, respetar, honrar, perdonar y sobre todo no mentir y vivir en la verdad de Dios; deseando en verdad cumplirlos para poder seguir a Jesús en el camino de nuestra vida.

Ir con Dios, es abrir el corazón y sentir que Él está ahí, que es por su gracia que nos sabemos amados, porque nos llenamos de fe, de amor y de caridad. Todo en Dios es posible, hasta dejarlo todo, porque en Él está la fortaleza que vence los vicios que cargamos en esa cruz que tanto nos pesa.

Propósito de hoy: Desear profundamente querer seguir a Jesús.