6 DE AGOSTO: AYÚDAME A VIVIR CONTIGO.

Mateo 17, 1-9 “Éste es mi Hijo amado”.

¿Se pueden imaginar algo así como el más grande relámpago que hayan visto, uno tan brillante que no pueden creer que exista algo semejante? Cuando Jesús subió al la montaña es lo que vieron sus discípulos, una luz más blanca que la nieve y una voz desde el cielo que decía “Éste es mi Hijo amado” y era la voz de Dios, quién les hablaba para que entendieran que el Hijo del hombre, era Él.

Creo que yo también hubiera tenido miedo. Sin embargo, Jesús calmó ese miedo y logró llenarlos de confianza con su amor, y así actúa en nosotros también. Nos reitera que con Él, podemos sentir un gozo y una paz en cualquier situación que nos ocasiona miedo cuando confiamos que no estamos solos.

La Transfiguración del Señor trae consigo esperanza, es esa emoción que a veces sentimos, son esas experiencias únicas e individuales que vivimos con intensidad cuando experimentamos la presencia de Dios. Tal vez en un retiro espiritual, o cuando participamos en algún sacramento que nos conmovió, o en las palabras que dijo el sacerdote en la homilía y que nos llenó del amor de Jesucristo. Estar cerca de Dios es dialogar con Él, es escucharlo por medio de la palabra, es querer cambiar para convertirnos en testimonio de su amor y es también un sentimiento que a veces, así como llega…se va.

Sí, sentir la presencia de Dios es nuestro corazón es permanecer en su verdad y querer reconocerlo en nuestro corazón, es algo de todos los días y no solo el domingo de fiesta o cuando vamos a una boda. No, querer tener a Dios en nuestro corazón es abrirle la puerta cada día en el agradecimiento a los demás, en el perdón y la reconciliación, es orar y pedirle que nos aumente la fe, una fe renovada para hacerlo presente en los demás a través de nuestra fidelidad y nuestro testimonio de amor.

Propósito de hoy: Quiero revivirla experiencia de sentirte en mi corazón todos los días.